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josé Antonio / carrizosa

Los mensajes y los gestos

SI el PSOE logra superar la enorme crisis interna que lo desgarra, que ayer quedó evidenciada de forma tan dramática como patética, arrastrará durante tiempo heridas profundas de las que le va a costar muchos esfuerzos recuperarse. Susana Díaz hablaba el jueves pasado de la desconexión con la sociedad que les pasa factura en las urnas elección tras elección y de cómo los militantes se han creído los únicos dueños del partido y se han dedicado a darse mandobles con sus peleas internas sin mirar a los votantes, que, al final, son los que dan y los que quitan. Tras lo visto en el vergonzoso Comité Federal de ayer, se ha quedado corta. El espectáculo ha superado lo imaginable en una fuerza política que durante décadas ha representado los intereses de progreso y estabilidad de muchos millones de españoles. El PSOE ofrecía ayer una imagen que no se sabe si producía más pena o indignación.

Desde anoche no está Pedro Sánchez, el peor secretario general de una larga lista de malos secretarios generales, pero no ha desaparecido el riesgo de que asistamos a un proceso de empequeñecimiento de las siglas del PSOE como ocurrió en Italia primero y en Grecia después. En España, con el agravante de que se habrá dinamitado el mecanismo político que moderaba las derivas muy derechistas del PP y el dique que contenía el populismo radical de Podemos y todo lo que esa formación representa.

Sin embargo, ayer se volvió a evidenciar que si el PSOE sale del pozo en el que se ha metido será porque desde la organización que lidera Susana Díaz en Andalucía se ponen en marcha los mecanismos para que así sea. Si se echa un vistazo a cómo está ese partido en el resto de España dan escalofríos porque lo que se ve se parece bastante a un desierto, sobre todo en los grandes centros económicos y de población del país. Andalucía es la principal fortaleza del partido y al mismo tiempo un riesgo importante para su urgente reconstrucción. Si en el resto de España se percibe que lo que se hace es una maniobra regional para ocupar un partido nacional se estará cometiendo un error. En esta semana de pesadilla para ellos ha habido sobreexposición andaluza, sevillana si quieren, en la crisis de Ferraz. Antonio Pradas que presenta las firmas de los dimisionarios y al que luego no le dejan llevarse la foto de su hijo de su despacho; Verónica Pérez y su casi cómica comparecencia en plena calle después de que la seguridad privada del PSOE no la dejara entrar en la sede; María Jesús Montero y su papel clave en la Comisión de Garantías... Mucho, demasiado, núcleo duro de Susana Díaz en primera fila.

Nadie duda de que la dirigente andaluza tendrá un papel clave para que el PSOE salga del marasmo actual. Es con mucho la personalidad de mayor influencia dentro de su partido, pero la salida que se busque no debe ser personalista. En la dramática situación a la que se ha llegado, los gestos son la mayor parte del mensaje. Estaría bien que se empezaran a ver otras caras y quizás otras actitudes en el periodo que se abre ahora y que debe sentar las bases del proceso que empiece a reconstruir el proyecto ideológico y de país de los socialistas. A la crisis le queda todavía recorrido, las heridas son profundas y muchos votantes que tenían a esas siglas como referencia le han dado la espalda. Alfonso Guerra dijo alguna vez que un votante cuesta mucho trabajo ganarlo y muy poco perderlo. No le faltaba razón. El PSOE lleva mucho tiempo perdiéndolos porque se ha olvidado de lo importante y ha funcionado como una tribu enzarzada en cuestiones que sólo les importaban a ellos. Quizás a partir de esta semana tengan la última oportunidad. No sólo depende de Susana Díaz que no se les escape.

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