La ciudad y los días

carlos / colón

Las dos muertes del Pathé

EL Pathé fue el primer local construido en Sevilla como sala de cine. Hasta entonces -San Fernando, Cervantes, Llorens, Imperial- se habían aprovechado teatros o salones. Don Arturo Ledesma, concesionario de la casa Pathé Frères que le dio nombre, y don José García, propietario, encargaron la obra al gran arquitecto sevillano Juan Talavera. Era 1924 y los cines ya eran los grandes palacios del sueño, la lujosa versión popular de los teatros de la ópera. La propiedad no puso límites a Talavera, que hizo un rico proyecto integral modernista -que incluía incluso el diseño del mobiliario y las butacas de la sala- resuelto en materiales nobles. Las decoraciones corrieron a cargo de Manuel de la Cuesta y Ramos. Este primer cine sevillano se inauguró el 18 de octubre de 1925 con la asistencia de los infantes don Carlos y doña Luisa. Se proyectó una película de Harold Lloyd Gafitas.

En un artículo publicado en Abc con motivo del 60 aniversario del Pathé, escribía mi padre: "Muchos sevillanos recordarán los zócalos pintados al fresco con bases de mármol negro, las pizarras anunciadoras de la fachada enmarcadas en mármol, la sala con su friso decorado de guirnaldas con bombillas esmeriladas, presidido por el desafiante gallo de la firma Pathé, los medallones de las paredes con las lámparas de brazos y pantallas, el gran vestíbulo con las plantas de interior y repetición de guirnaldas y niños mofletudos, los divanes con cojines de terciopelo azul donde volvía a campear el gallo francés en sedas de colores y la rutilante luz de las arañas de cristal".

Aquel hermoso Pathé fue destruido a principios de los años 70 para "modernizarse" -terrible palabra en esta ciudad- arrasándose la práctica totalidad de lo diseñado por Talavera y Cuesta y Ramos. En aquellos años progreso quería decir moqueta, no terciopelo o cuero; plástico, no maderas nobles o mármol. En 1985 cerró. Fue su segunda y definitiva muerte como cine.

A lo largo de estos 29 años ha sido de todo un poco. Desde que lo cogió Quintero ha sobrevivido como teatro. Ahora parece que va a renacer como espacio multicultural. Mejor esto que salón de maquinitas recreativas, como el Llorens; que supermercado, como el Rialto; que vacío en espera de destino, como el Imperial; o que una nada perdida para siempre, como el Coliseo o el Palacio Central. Pero no se olvide que el verdadero Pathé, el de Talavera, murió en los 70.

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