La crónica económica

Gumersindo Ruiz

El mundo en que vivimos

NO es extraño que la inmigración esté provocando una discusión que se ha superpuesto a otras en el debate electoral. Las migraciones vienen determinadas por causas económicas fuertemente relacionadas con problemas políticos, y también los conflictos por adaptación y convivencia en el país receptor se hacen más evidentes cuando la situación de la economía, como ahora, se deteriora. No olvidemos que la solución última de las migraciones y todo lo que comportan está en el desarrollo de los territorios de procedencia.

En nuestro caso, la prosperidad de las economías latinoamericanas y del este de Europa tendrá, tarde o temprano, un efecto de freno e incluso de vuelta a los países de origen, como ocurrió con la emigración española cuando las condiciones en nuestro país mejoraron. Pero queda África, y como muestra tenemos hoy los terribles acontecimientos de Kenya.

Los alumnos de las facultades de Económicas en Andalucía estudiaban, en los años setenta, la forma de desarrollo de Kenya como ejemplo de modelo equilibrado. A principios de los ochenta recibíamos a expertos como el profesor Pablo Bifani, quien llevaba a cabo un programa de Naciones Unidas en Nairobi con aspectos pioneros como el medio ambiente y el desarrollo sostenible. Kenya aparecía como un ejemplo para África con un crecimiento armónico de la agricultura, una industria vinculada a la misma, y también los servicios y el turismo, y todo ello en el contexto de cierto equilibrio político y madurez institucional.

Desde 1954 tenía la cuarta bolsa de valores en África por antigüedad, lo que era clave para la atracción de inversores. Hasta que comenzó el conflicto actual, fondos como el Renaissance Group mantenía proyectos de banca de inversión, gestión de activos, banca de empresa y al consumo, en un país donde una clase media iba poco a poco accediendo a productos financieros como las hipotecas y a un sistema de planes de pensiones. Institucionalmente el país evolucionaba, y en 2007 recibió el prestigioso Premio de Naciones Unidas por la mejora en la transparencia, control y respuesta del sector público al proporcionar servicios a la población. Sobre todo eran llamativos los avances en servicios sanitarios. Tras unos años de debilidad la economía crecía en torno al 6 por ciento, gracias a la evolución de los precios agrícolas y la consolidación del turismo.

Todo esto se rompe con las elecciones presidenciales del pasado diciembre, el conflicto generado por sus resultados, y la vuelta a los agravios y enfrentamientos entre las cuatro grandes etnias que forman el país. Los más de mil muertos y doscientos mil desplazados no sólo tienen efecto en la frágil economía del país, sino en las comunicaciones y equilibrio de toda África. Es duro que una nación que era referencia de buen gobierno se vea así, pero las consecuencias son para todos. No podemos vivir como si África no importara, porque buena parte de los problemas de inmigración que discutimos, a veces de forma bizantina, sólo tienen solución si alguna vez se pone remedio a la enfermedad, la pobreza y el mal gobierno, que llevan inevitablemente a la emigración.

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