La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Asunción es la aldea de los galos contra el turismo invasor
EL Valle del Jerte, en el norte de Cáceres, es famoso por la belleza espectacular de sus cerezos en flor, y por el sabor de las cerezas ulteriores. Pronto lo será también por la fiesta de Jarramplas, que se celebra en el pueblo de Piornal en enero y que culmina precisamente en esta pasada madrugada del día 20. Fiesta de nivel: declarada de interés turístico de Extremadura, opta al marchamo de interés turístico nacional y fue seleccionada por la revista Time como uno de los eventos más curiosos en 2013.
Tiene un carácter integral. Hay misa mayor, ofrendas a San Sebastián, rosario, concurso de máscaras y dibujos y degustación de migas, y el programa municipal anuncia también dos sesiones de un enigmático Regocijo. Pero el regocijo mayor se centra en varias salidas a la calle de Jarramplas, un personaje sobre cuyo origen existen dudas. Puede ser mitológico, importado de América por los conquistadores o un clásico ladrón de ganado sometido a castigo y burla por los vecinos.
Cada año un piornalego, que así se llama esta gente, se apunta voluntariamente a hacer de Jarramplas, recorriendo las calles con el traje revestido de cintas multicolores y la cabeza cubierta por una máscara en forma de cono, con dos cuernos y una gran nariz. Mientras circula -varias veces, ya digo, a lo largo de dos días-, los demás piornalegos, y los forasteros más integrados, le infligen el castigo debido. ¿Qué castigo? La lapidación con nabos. Le tiran nabos en cantidades industriales. Lo corren a nabazo limpio. El Ayuntamiento calcula que se compran veinte mil kilos de nabos para que no quede un rincón de la carrera oficial sin que alguien lance algún tubérculo al Jarramplas.
Jarramplas, gran masoquista, ameniza su vía crucis tocando el tamboril mientras las mozas del lugar cantan en su honor, y en el de San Sebastián, andando de espaldas en medio de la lluvia de nabos. Antiguamente le tiraban patatas. Desde hace años, advertido el riesgo de que el entusiasmo de los participantes dañara la integridad de la víctima voluntaria, se le ha dotado de una malla de fibra de vidrio para minimizar el impacto de los nabos, que queda así reducido a pequeños hematomas. De todos modos, el Ayuntamiento avisa del peligro que procede de los nabos perdidos. Nabos incontrolados, lanzados sin tino, que pueden herir a los participantes.
Las piornalegos presumen de esta fiesta por su "singularidad, exclusividad y violencia". Para que luego digan que España ha dejado de ser original al entrar en Europa.
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