Manuel Ruesga Bono

francisco Correal

De las naves del Barranco a la capillita del Carmen

Regreso a su Triana natal, bautismal y matrimonial en la que fue nombrado trianero de honor el mismo año 2010 en que recibió la medalla de la ciudad.

UNA nueva delantera stuka llega hoy al Sevilla: Alejandro, Matías, Pau, Tomás y Nicolás. Por primera vez los cinco nietos irán con su abuelo, Manuel Ruesga Bono (Sevilla, 1945) al fútbol. Una delantera de altos vuelos porque desde el cielo los mira, a sus tres hermanos, a sus dos primos, Manuela, que murió antes de nacer y a la que este fotógrafo machadianamente bueno siempre incluye en la nómina.

Tradicional y moderno, clásico y digital, de la Giralda y de la torre Pelli, "parece que lleva toda la vida al final de Alfarería", de Nacho Garmendia y de Joaquín Arbide, con quienes coincide en este paseo, con el primero, crítico literario, junto a la capillita del Carmen; con el segundo, en la puerta de la Estrella, su hermandad, la de sus hijos y nietos. Arbide lo sitúa en la Casa sin Balcones, donde este fotógrafo, medalla de la ciudad en 2010 y trianero del año en la Velá de ese año, despachaba en una tienda que era óptica, fotografía y joyería a la vez. "Yo le compraba material para mis primeros trabajos cinematográficos", dice Arbide. Y Ruesga precisa: "Eran proyectores Eumig, austriacos".

Algún día sus cinco nietos le preguntarán por su relación con la Estrella. Ruesga nació en un corral de vecinos de la Cava de los Gitanos, vivió hasta los 22 años en Triana, donde volvió tres años después, recién casado con María Luisa, a la que conoció en una excursión a los pinares de Oromana. En Triana nació su hija Nuria, pero el piso era pequeño y se mudaron cerca de la Macarena, a la calle Primavera, donde nacieron Alejandro, que mantiene la estirpe, y Manuel.

Por San Jorge se ve acompañando a su madre, Dolores Bono, al mercado; la calle Alfarería le remite a la sandía que se paseaba por los asientos del cine de verano, aquella selecta nevería que nunca superó el frío industrial. Triana también marcó su trayectoria profesional. Con quince años, su padre, Mariano Ruesga, le compró una cámara de fotos. "La fotografía me llevaba donde no podía con el dibujo que mi tío enseñaba en Bellas Artes".

En la casa-hermandad de la Estrella colgó unas fotos juveniles en un ciclo cofrade al que acudió como conferenciante José María Javierre. "Vio las fotos, me lo presentó José María Gómez y me dijo si quería trabajar en El Correo, donde el cura estaba de director". Se estrenó con una foto de la inauguración del monumento de la Virgen de Valme.

Tiene un hijo fotógrafo y muchos ahijados, algunos con importantes galardones. Es el Pedro Almodóvar o el George Cukor de las fotógrafas, desde Flores Esquivias a Belén Vargas, pasando por Cristina Quickler, ganadora del premio de fotoperiodismo convocado por el Sevilla Fútbol Club que lleva su nombre, que acompaña a un certamen de fotos de Semana Santa que apadrina el Diario de Sevilla del que fue primer jefe de fotografía.

Café en Las Columnas de San Eloy, en San Jacinto. "Arriba estaban los billares y abajo los futbolines", dice a la camarera de uno de los locales de la cadena de Julián Gómez Pando. Llega a la cita en el C4, con parada en las naves del Barranco. La luz de Sevilla le sigue asombrando. "Es una ciudad con las fotos hechas".

Sevillista confeso, fue el único fotógrafo que viajó a Madrid con el Betis que ganó la Copa del Rey el 25 de junio de 1977. "En la foto hay trece, los once jugadores, Rafa Iriondo y Vicente Montiel". Llevó a la portada la primera final del trofeo Ciudad de Sevilla. Gol del sevillista Lora al Honved de Budapest, cuando los húngaros eran una potencia. "Mi hijo Alejandro me gana, lleva dos Eurocopas y un Mundial".

Fotografió a Manolo Escobar en el antiguo teatro Álvarez Quintero para una serie de entrevistas de Juan Teba (Radiografía de un mito). "Me llamaron la atención sus zapatos de tacón". Guarda en su archivo una foto de Juan Pablo II en el Prado de San Sebastián, "yo soy de una generación en la que los Papas no viajaban", y las que hizo para el proceso de beatificación de Sor Ángela de la Cruz emprendido por Javierre. "Fotos de las hermanitas de la Cruz visitando a los ancianos, asistiendo a lisiados y paralíticos, con los niños del colegio".

Ha vuelto en el C4 al barrio donde nació, se bautizó, se casó y le honraron en la Velá de 2010 el mismo mes de julio que su hijo Alejandro captó la imagen de Iniesta batiendo a Stekelenburg. Hoy va con sus nietos a Nervión. Incluidos Tomás y Nicolás, gemelos a los que llama Zipi y Zape. Contra el Osasuna, el mismo rival de aquel partido en el que una botella que iba a un linier de Ramos Marcos impactó su cabeza y Leal Graciani le tuvo que poner siete puntos. Como Juanito en Yugoslavia. Bueno y mártir, machadiano de Unamuno.

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