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Carlos Colón

Otras obesidades

ZORRAS, chulos, groseros, macarras, incultos, esclavos del último capricho de la moda, sometidos a las inducciones del consumo, vagos o eternos adolescentes, sí; pero gordos, no. Cuidado: nuestros niños y adolescentes pueden hallar en la televisión todos los modelos negativos que el catálogo de la posilustración o la hipermodernidad ofrece; se les pueden proponer como modelos todos los friquis y sinvergüenzas que invente la picaresca y explote la falta de escrúpulos; los reality pueden vender los concursos más asquerosos como experimentos sociológicos, los engendros más estúpidos como descubrimiento de talentos y los espectáculos más brutalmente pornográficos (y de la peor pornografía: la que tiene que ver con la intimidad y los sentimientos) como terapias cara al público -y todo ello en horarios de máxima audiencia, cuando no dirigido específicamente a los más jóvenes-; pero se censura a través de la autorregulación que aparezcan en los anuncios personajes queridos por los niños españoles o las telepromociones de alimentos y bebidas en programas dirigidos a menores de 12 años.

El acuerdo firmado entre el Ministerio de Sanidad y las cadenas de televisión de la Forta (Federación de Organismos de Radio y Televisión Autonómicos) y la Uteca (Unión de Televisiones Comerciales) refleja muy bien el estado actual de la ética audiovisual, gubernamental y social. Perseguir con cámaras a los famosos y asediarlos hasta el límite de la tortura psicológica, invadir la intimidad o proponer lo abyecto y estúpido como modelo es información; el cotilleo hiriente de vecindona antigua y mariquitucio rancio se acoge a la libertad de expresión; a las cuatro de la tarde se puede presenciar en una cadena una discusión sobre el "felpudo" de la Cantudo o una bronca sobre cuestiones íntimas entre dos arpías… Y criticar ese tipo de programas -que se emiten, insisto, en horarios de máxima audiencia- se considera una acción inquisitorial, un residuo franquista, una agresión a la libertad de opinión e información. Sin embargo, se prohíbe que aparezca un gordo simpático o que se anuncien bollos y cacaos. Y se hace radicalmente: se aplicará a todos los anunciantes, hayan firmado o no el acuerdo.

"Se trata de un paso más en la lucha del Gobierno contra la obesidad infantil. El objetivo es disminuir la presión publicitaria sobre los menores de 12 años y fomentar en ellos hábitos saludables", ha dicho la ministra Trinidad Jiménez. Bien está; pero, ¿no le interesa luchar también contra la obesidad mental, la grasa de la ignorancia o el colesterol de los reality? De ello nos ocuparemos mañana.

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