Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

El origen

18 de mayo 2010 - 01:00

CUANDO alguien relaciona desde una tribuna de opinión la crisis económica con la perversidad del sistema, la avaricia de los banqueros y la ambición sin límites de los constructores le suelen llover los comentarios adversos. Parece que hubiera un interés exagerado en tapar que el terremoto comenzó en Estados Unidos con los bonos basura y la caída de los bancos de inversión. Y que los gobiernos tuvieron que salir al rescate con fondos públicos. Pero fue así, hasta tal punto que incluso los mandatarios más moderados hablaron sin tapujos de refundar el sistema financiero. Pero hay prisa, al parecer, para que olvidemos el origen y nos centremos en el día a día, es decir en retomar el capítulo especulativo en la página donde quedó interrumpido por la catástrofe y nos centremos en contribuir con nuestras rentas a la redención del capital para que luego (eso dicen) nos redima a nosotros con ligeros placeres mesocráticos.

Entre los comentarios adversos el más repetido es aquel que tilda de "falsos progres" a quienes se remontan al principio del precipicio. La locución "falso progre" merece no ya un artículo sino un libro (grueso) de sociología y política. Quien habla de "falso progre" presupone que existe un "auténtico progre", pero nunca define sus características ideológicas ni señala dónde está. No lo dice para que sobreentendamos que es él, que el verdadero progre es casi siempre un señor de derechas con un pasado de izquierdas pero que no admite su transformación. Es el pensamiento de izquierdas, y no el suyo, el que se ha apartado del recto camino.

Pero volvamos al capital. Mientras los estados adoptan radicales recortes que afectan a pensionistas y asalariados y los mercados ponen contra las cuerdas a los gobernantes, los maniobreros del gran capital prosiguen su ascenso. Los 584 consejeros ejecutivos y altos directivos de las empresas que cotizan en el Íbex 35 cobraron en 2009 un salario de un millón de euros. No está mal para ser un año de poco rendimiento. Cada una de esas nóminas equivale a 113 veces el salario mínimo. Alfonso Sáenz, el consejero delegado del Banco de Santander, por poner un ejemplo, que cobra más de 10 millones de euros anuales, ha negociado una pensión de retiro de 85,7 millones, cinco millones más alta que la de Francisco González, presidente del BBVA que ostentaba el récord.

(A los funcionarios españoles reparar la economía de los golpes de los especuladores, de los errores de los gobernantes y de los vergajazos internacionales les va a suponer entre 36 y 220 euros al mes).

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