Tribuna Económica

Joaquín Aurioles

Un país para Susana

15 de agosto 2013 - 01:00

CUANDO se formalice la entrega del testigo de la Presidencia de la Junta de Andalucía por parte de Griñán, dará comienzo el plazo de algo más de dos años que tendrá Susana Díaz para enderezar el rumbo de una nave que lleva más de cuatro a la deriva. Después tendrá que pasar por las urnas, no sólo para legitimarse en el cargo, sino también para recoger la evaluación de su trabajo por parte del electorado. Hasta entonces deberá repartir sus energías entre la descomunal tarea de gestionar los problemas que afectan a la sociedad y a la economía andaluza y la de asegurarse la elección en los comicios de 2016, en medio de un clima político casi tan confuso como el económico. Tendrá que superar la fase crítica de la probable imputación de aforados en el escándalo de los ERE y la creciente desafección de la ciudadanía hacia los partidos políticos. En su oleada del mes de agosto, Metroscopia advierte de que la abstención en España podría estar en torno al 50%, que es un dato similar al de Estados Unidos, pero que si allí interpretan como un reflejo de que la confianza en la clase política desmoviliza al votante, aquí significa justo lo contrario. A la vista de cómo ha conseguido imponerse en las primarias de su partido, no parece que Susana Díaz vaya a tener problemas de legitimación moral por el hecho de que la abstención supere el umbral del 50%, como tampoco los hubo en el resto de los partidos tras el referéndum sobre el nuevo Estatuto de Autonomía en 2007. En cualquier caso, tendría que conseguir imponerse al PP, que continúa buscando un candidato a la Presidencia que minimice el rechazo entre el electorado menos ideologizado, y contar con las minorías parlamentarias, es decir, IU y la posibilidad de UPyD y PA.

El otro gran problema es la economía y, más concretamente, el empleo y las finanzas de la Junta de Andalucía, aunque la principal amenaza para sus objetivos políticos está en el inicio de la recuperación por parte de la economía española, sobre todo si Andalucía queda rezagada en términos de crecimiento o creación de empleo. Debe ser consciente de que continuar culpando a la reforma laboral del disparatado funcionamiento del mercado de trabajo en Andalucía tiene un margen reducido, sobre todo tras la gestión heredada de las consejerías de empleo de gobiernos anteriores, y que lo más probable es que a lo largo de 2015 desaparezca por completo. Su única opción es conseguir que Andalucía se incorpore cuanto antes y lo más intensamente posible a la marcha hacia la recuperación, aunque para ello deberá corregir previamente el desorden en las cuentas de la Junta de Andalucía.

Si se tratase de una empresa, el desequilibrio financiero provocado por la caída en picado de los ingresos y el aumento de los gastos se resolvería reduciendo estos últimos. Si un directivo apostara, sin fundamentos de mercado, por aumentar los ingresos como solución preferida, sería inmediatamente destituido por ingenuo, pero la Junta no es una empresa y sus dirigentes son políticos que siempre tiene la posibilidad de subir impuestos. Susana Díaz tendrá que mojarse nada más llegar con su proyecto de Presupuestos para 2014.

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