El pene es la mazmorra

Abrir en Sevilla otro Centro de Nuevas Masculinidades debiera ser una urgencia para el nuevo tiempo

El Museo Arqueológico pasa hambre. Sólo recibirá un modesto óbolo del Estado para su ya rácana manutención de siempre. Curiosamente, con el paso del tiempo, ampliar el Museo de Bellas Artes se ha convertido en una fantasía arqueológica. Entre tanto, Sevilla se ofrece como sucursal del Hermitage. Otra fantasía, esta vez fluvial, que hermanaría los cauces enamorados del Neva y el Guadalquivir.

Sea como sea la presencialidad se va notando en los museos y centros culturales. Todo revive. Uno se mira en el espejo y siente cómo la vuelta a la normalidad se refleja en el rostro agradecido. Debería uno sentir su contento. Pero el modelo sintiente no cuadra. Somos una especie fallida. Si usted se declara simple contribuyente, heterosexual y varón perplejo, es probable que tenga problemas para sentir el feliz reingreso en la normalidad. Es más: tiene problemas de sensibilidad general. Todo pasa por librarse de la cárcel varonil que lo mantiene en cautividad. El pene es la mazmorra.

Por eso muchos exigimos un Centro de Nuevas Masculinidades, como el que ahora se abre en Barcelona a iniciativa del Ayuntamiento de Ada Colau y de su edecana Laura Pérez, teniente de alcalde de Derechos Sociales, Justicia Global, Feminismos y LGTBI. Se empieza por la lujuria barroca de una carta de vinos y se acaba con los floridos jardines que dan poliamor a los nombres de las concejalías de hoy. El Arqueológico puede seguir pasando hambre. El Bellas Artes es sólo una recámara del olvido y el Hermitage una líquida ensoñación. En cambio, abrir en Sevilla otro Centro de Nuevas Masculinidades debiera ser una urgencia para el nuevo tiempo. Antonio Muñoz debiera tomar buena nota, dicho sea al loperiano modo.

Adán tuvo la culpa de todo y es probable que Eva naciera antes. El mono primario es el otro gran culpable. Al parecer, en Barcelona ya se ofrecen modelos de "masculinidad positivos, abiertos, plurales y heterogéneos, alejados de formas relacionales desiguales e injustas". Allí se trabaja en diversos imaginarios para ser hombre. No hay día en el que uno no piense en el lastre de su varonía. En Mujeres ante todo (Almuzara), el neurocientífico Melvin Konner vislumbra: 1) el fin de la supremacía masculina, 2) defiende la superioridad biológica de las mujeres, y 3) propone una biofantasía donde la reproducción femenina será posible sin hombres. Quiere decirse que muchos seremos lo que siempre hemos sido: un jarrón chino, una indolente gotilla de semen diluida en su biológica nadería. Un Centro de Nuevas Masculinidades nos ayudaría a saber si somos un fálico equívoco o no.

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