La esquina

josé / aguilar

Lo que se nos ha perdido en Malí

EL ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, en viaje de inspección en Níger, Mauritania y Malí, ha dicho que la operación de liberación de este último país de la amenaza terrorista-islamista va a exigir más esfuerzo, en dinero y soldados, del que había previsto. Lo pedirá seguramente en el próximo Consejo de Ministros. Y si se decide aumentar el número de militares españoles enviados allí hará falta el aval del Congreso de los Diputados.

Ya me veo venir a algunos grupos parlamentarios rechazando rotundamente la intervención, a pesar de que la contribución española que se pretende sigue siendo modesta, casi simbólica (no llegaría al centenar de soldados). Es lo mismo que piensa buena parte de la opinión pública, reacia a que un solo militar español salga de las fronteras nacionales y propensa al simplismo de la pregunta tópica: ¿Qué se nos ha perdido a nosotros en Malí? Lo mismo han dicho antes de Bosnia, Líbano, Afganistán, El Salvador o el Índico.

Tengo una respuesta: en Malí no se nos ha perdido nada, pero también allí podemos perder muchas cosas. Sin ir más lejos, la seguridad. Nuestra seguridad no está amenazada desde hace años por misiles rusos ni, desde hace menos, por las bombas de ETA, sino por unos fanáticos que nos han declarado la guerra sin cuartel y persiguen el exterminio de la forma de convivencia que hemos adoptado (con nosotros dentro). Esa gente ha estado a punto de apoderarse de Malí y mientras no han sido combatidos, sobre todo por Francia, han sembrado el terror entre todos los impuros de allí, que son la mayoría. Y podemos estar seguros de que no iban a parar. ¿Hace falta que hablemos del 11-M?

En España hay un terreno bien abonado para que florezca el aislacionismo frívolo y la neutralidad falsa. Pero formamos parte de una alianza de naciones democráticas que se obligan a participar, en mayor o menor grado, en operaciones que tratan de salvaguardar su seguridad en peligro. Lo más cómodo es engañarnos diciendo que todos esos escenarios de riesgo están lejos y dejando que sean las naciones más fuertes y con más intereses materiales en las zonas de conflicto las que hagan un trabajo que siempre es sucio y peligroso. ¡Que peleen otros!

Este pacifismo irresponsable y oportunista debe ser combatido. No por un belicismo extemporáneo, sino por defender la paz y la libertad que hoy son puestas a prueba en Malí y en otros sitios lejanos.

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