ESTÉN tranquilos que no voy a dar nombres, ya que ni tengo vocación de policía ni tengo por qué hacerle el trabajo a los que cobran por ello. La cosa es que me choca la cantidad de comederos que en esta Sevilla nuestra cobran de forma verbal, con menos papeles que una liebre. Pides la cuenta y te dicen el final sin saber con qué argumentos se llega a dicho desenlace, sin zorra idea de a cuánto sale la copa y a cuánto el plato. Algo así como cuando en la barra te anotaban la multa con tiza, pero de palabra, sin que quede constancia alguna de cómo se generó el total. Y se puede argüir que cómo se consiente eso, pero es que las ganas de discutir hay veces que se las deja uno en casa y si esto coincide con lo de la factura oral, pues a otra cosa, mariposa. Todo esto lleva camino de ser moneda de uso común en este patio de Monipodio en que ha roto aquello de Hacienda somos todos.
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