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Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La polémica venta del Palacio de la Motilla

El marqués ha vendido porque puede hacerlo, como hizo la Iglesia con San Telmo

El Palacio de la Motilla

El Palacio de la Motilla / José Ángel García (Sevilla)

El marqués ha vendido el Palacio de la Motilla porque es el dueño (o lo era hasta hace poco) y puede hacerlo. No hay más. Las emociones son muy respetables. Sentir como propio algo que es ajeno, también. Pero para una compraventa solo se requiere un comprador que paga lo que pide quien tiene el cien por cien del pleno dominio. No hay más, ni menos. La aristocracia, los amantes del arte, los aficionados a que no se mueva un varal tienen derecho a la melancolía, al pataleo o a la queja fundamentada e incluso documentada. La operación no tiene marcha atrás. Será hotel o varias cosas a la vez. Quién sabe si el dueño se reserva una parte para vivir y deja otra para sede de una fundación de interés general. El tiempo lo dirá.

A don Carlos le llovieron las críticas cuando vendió un palacio mucho más antiguo y valioso como el de San Telmo. ¡Y encima alcanzó un acuerdo con los rojos del PSOE de aquellos años 80! Ojalá los socialistas de hoy, por cierto, tuvieran el talante de aquellos. Se produjo un cisma en el clero local, un hermoso debate jurídico y muchas opiniones a favor y en contra. El hecho probado es que la Iglesia no podía sostener un inmueble que se deterioraba por meses. El coste era muy elevado para unas arcas eclesiásticas muy limitadas. Los nostálgicos de aquel San Telmo lloraron, pero de nada sirvió. Ocurre con los negocios señeros, que un día echan la persiana por falta de ingresos, por alquileres repentinamente elevados o porque, sencillamente, el dueño muere o se jubila y no hay ningún descendiente que quiera mantener la actividad. El Palacio de la Motilla cambia de dueño, sí. Como lo hizo San Telmo. Como tantos comercios y bares que perdemos. Por eso hay que comprar y consumir preferentemente en nuestras firmas. No por localismo cateto, sino para fomentar esos negocios que hacen distinta a una ciudad.

Por eso fue importante que Antonio Guerrero salvara la Alicantina y Juan Robles el Laredo que ahora mantienen sus hijos. Como ocurre con Trifón o Morales. Dichosas las ramas. Por eso hay que felicitarse de que Shaw se salve en la misma Plaza Nueva, O´Kean se mantenga en otro local, Abrines sea una joyería modélica en la rehabilitación de un edificio muy representativo del centro comercial, y Velasco, Galerías Madrid, El Siglo Sevillano, Persianas Alfalfa y tantas firmas se mantengan abiertas. Por eso es importante que el duque abra al público la Casa de las Dueñas. Consumir en esos negocios y concienciar en la salvaguarda del patrimonio son las dos medidas a nuestro alcance. Y esperar a que el nuevo dueño de la Motilla sea respetuoso con el edifico:con su nuevo uso y con el estilo.

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