la ciudad y los días

Carlos Colón

Los principios a los que nos debemos

OJO con las palabras. Siempre peligrosas en labios irresponsables, demagógicos y manipuladores, lo son mucho más en tiempos duros que generan cólera y sufrimiento. Se puede estar de acuerdo o no con la anulación de la tarjeta sanitaria a los inmigrantes irregulares. Se puede protestar contra esta medida y ejercer el derecho a la objeción de conciencia. Lo que no se debe hacer es llamarle apartheid sanitario o acusar al Gobierno de xenofobia. Porque el apartheid fue un régimen de segregación racial y la xenofobia es el odio al extranjero. Y esta medida, todo lo criticable y hasta inhumana que se quiera, no segrega en función de la raza o de la extranjería sino de la situación legal de residencia.

Utilizando los términos apartheid o xenofobia se desplaza la cuestión de la situación de los inmigrantes irregulares a la del racismo y el odio al extranjero. Es peligroso desviar los términos de un debate tan serio para encresparlo en vez de serenarlo, emotivizarlo en vez de racionalizarlo y simplificarlo en vez de analizarlo en su complejidad. Si el Gobierno de España aplicara medidas racistas -quitando la tarjeta por pertenecer a una raza- o xenófobas -haciéndolo sólo por su origen-, ni la Comunidad Europea lo consentiría ni la ciudadanía lo toleraría. La cuestión es tan grave que ante un Gobierno que tomara medidas racistas o xenófobas estaría constitucionalmente autorizada la sublevación popular o hasta la intervención de tropas de la OTAN para derribarlo y reinstaurar la democracia, el respeto a los derechos humanos y las leyes de la Unión Europea.

Utilícense con responsabilidad las palabras. Suficientemente grave es la anulación de la tarjeta sanitaria como para agravarla aún más vinculándola al racismo y la xenofobia. Quiebra del Estado de bienestar, vulneración de derechos asistenciales, inmoral desentenderse de la situación de los más indefensos, inhumanidad en los recortes del gasto público, guante de terciopelo para tratar a los causantes de la crisis y guante de hierro para sus víctimas, doble injusticia para los inmigrantes que cotizaron pero han perdido trabajo y tarjeta… Muchos y muy graves son los reproches que se pueden hacer a esta controvertida medida. Pero no los de racismo y xenofobia. Porque si así fuera estaríamos viviendo fuera del ordenamiento constitucional, de la democracia y de Europa.

Como bien ha escrito el presidente de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria: "En épocas duras como ésta es cuando no podemos olvidar los principios a los que nos debemos". A lo que habría que añadir: ni los principios racionales a los que también nos debemos.

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