La ventana

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

¿Quién no querría ser José Tomás?

Encontrar un boleto para ver a José Tomás mañana en Jaén es tan complicado como la consecución de un alineamiento de estrellas que nos lleve a algo bueno. Ya no se trata de empeñar el colchón como cuentan que se hacía en la posguerra para ver a Manolete, sino de hipotecar la casa para la consecución de ese salvoconducto que permita ver al de Galapagar con su toreo de cercanías y tancredismo. La otra noche, uno de esos privilegiados que van a Jaén con la entrada en el bolsillo comentaba que cómo un negocio tan pingüe no se prodigaba. Veinte años sin torear en Sevilla y algunos menos sin pisar Las Ventas ponen en entredicho la disposición del torero. Claro que uno le da vueltas a la mollera y saca que lo que hace José Tomás, llevarse en una tarde lo que otros en treinta, es lo que le desearían cuantos se visten de luces. La de agobios que se ahorra con esta medida.

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