La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La Mina es una mina de felicidad en las tabernas de Sevilla
Han intentado enfangar hasta la capilla ardiente de la queridísima por todos Concha Velasco. Sánchez fue silbado y abucheado. No era ni el lugar ni el momento. Ayuso fue silbada y abucheada, con la intervención estelar de Marisa Paredes. No era ni el lugar ni el momento. La intolerancia es, por su propia naturaleza, grosera e irrespetuosa. La crispación trae de la mano estos indeseables espectáculos.
Lo que allí pasó fue otro éxito de la estrategia de tensión puesta en marcha por Zapatero. Recordarán que en febrero de 2008 un micrófono quedó abierto al término de la entrevista que le hizo Gabilondo. El periodista le preguntó cómo pintaban las encuestas que tenía el PSOE. “Bien…”, le respondió Zapatero, añadiendo: “Lo que pasa es que lo que nos conviene es que haya tensión”. Para generarla agitó la emotividad y subjetividad de la memoria histórica frente a la racionalidad y el rigor de la historia para revivir las dos Españas y tirar pellas de franquismo a la derecha democrática. La irrupción de Vox ayudó tanto a esta identificación del PP con el franquismo y la extrema derecha como la torpeza de los populares y, todo hay que decirlo, la falta de firmeza en sus principios liberales y centristas. El PSOE de Zapatero y Sánchez tampoco es que tenga muy firmes sus principios –el mismo día de los abucheos a Sánchez y Ayuso se celebraba en Ginebra la primera reunión de la vergüenza–, pero en lo que ahora se llama “el relato” ha triunfado el PSOE, logrando que cogobernar con comunistas y populistas de extrema izquierda apoyado por Bildu, ERC o Junts sea el no va más de la socialdemocracia, pero pactar con Vox hunde al PP en el populismo de extrema derecha, confinándolo tras el “muro” que Sánchez ha alzado como disciplinado discípulo de la estrategia de la tensión de Zapatero.
Mirad, imbéciles que abucheasteis a Sánchez y Ayuso cuando visitaron su capilla ardiente, Concha Velasco fue grande cuando hacía comedias optimistas que venían muy bien a la imagen del franquismo (y aún mejor a los miles de espectadores que, como ella, empezaban a salir de hambres y estrecheces) como cuando apoyaba al PSOE; tan grande cuando los franquistas Celia Gámez, Sáenz de Heredia y Luis Escobar la formaron e impulsaron su carrera como cuando la dirigieron Pedro Olea, Josefina Molina o Mario Camus. Nuestra historia, como la vida, es más compleja de lo que los sectarios pretenden.
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