La ventana

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

De cómo el rosco ahora es roscón

Estamos colonizados, una especie de Toma del Lenguaje se ha enquistado entre nosotros y muchas son las acepciones que han perdido sus señas de identidad. El tradicional rosco de Reyes, aquél sin relleno y con una sorpresa de ínfimo valor, ya no existe. El rosco es ahora roscón, de la misma manera que la fantástica cola de toro que servían en Calvillo ya no es cola sino rabo. O de la misma forma que los calentitos de toda la vida y que tan bien freía Suárez en la calle Baños o Gutiérrez en la Puerta Real ya no son calentitos sino churros, el menudo rompió en callos y el pescáo frito es hogaño pescaíto. Nos han invadido y ese ejemplo de variaciones sobre el mismo tema es sólo un ejemplo de cómo las definiciones importadas van ganando la batalla. Por lo tanto, cautivo pero no desarmado el ejército aborigen, viva que sean la cola, los calentitos y quienes los parieron.

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