PARECE que por fin se sabe cuánto costaron exactamente las setas. Era uno de los enigmas más celosamente guardados, más difíciles de escrutarse, más complejos de resolverse de la historia de Sevilla. Un misterio protegido por trampas que llenan las estancias de arena, muros deslizantes, bolas gigantes que ruedan tras los curiosos para aplastarlos, techos sembrados de espadas que bajan hasta dejar a los investigadores como un colador, flechas que se disparan solas… Monumento faraónico y templo maldito de la falsa modernidad, la factura final de las setas parecía tan inaccesible como la cámara funeraria de Tutankamón o el tesoro del templo precolombino del inicio de En busca del Arca perdida.

Pero ya sabemos lo que intuíamos. 102.043.776 euros nos ha costado esta preciosidad que no hay cursi (moderno o cateto, progre o reaccionario, porque la cursilería une por encima de toda diferencia ideológica), fanático o estabulado que dé por bueno todo lo que haga el PSOE, que no ponga por las nubes, defina como nuevo icono de Sevilla y cante como elemento integrador de los nuevos espacios urbanos de la ciudad de las personas.

102.043.776 euros nos han costado la reubicación del mercado y unas cuantas cervecerías, que es en lo que se resume la grandiosa aportación de las setas. ¡Ah! Y el Antiquarium, que se me olvidaba el Antiquarium que completa este modernarium. ¿Se imaginan lo que se puede hacer con 102.043.776 euros? ¿Y lo que se le podría añadir si le sumamos lo que costó La piel sensible y el enlosado de la Alameda? ¡102.043.776 euros! Lean despacio la cifra. Pásenla a pesetas (sentándose antes, no les vaya a dar un mareo). Y después que me vengan con monsergas sobre las políticas progresistas y solidarias de la izquierda. Ni la derecha más burraca y con menor sensibilidad hacia las prioridades sociales habría despilfarrado tantos millones en tan inútil y faraónico mamarracho.