La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sevilla seguirá, de momento, sin cardenal
Anduvo Julio César –no se confunda, por los más jovenzuelos, al dictador de la Antigua Roma con un jugador de fútbol brasileño– reconviniendo a los sevillanos, hace más de dos milenios, por el apoyo que prestaron a sus enemigos, encabezados por Pompeyo, cuando él no cesó de hacer beneficios a la ciudad de Sevilla y sus moradores. Espinosa de los Monteros, en 1627, dio cuenta de ese Razonamiento hecho por Julio César, y este afirma ser tantos los favores que “no me puedo acordar de ellos: así por ser muchos; como por haberlos hecho con tanto amor; que siempre me iba olvidando de lo que hacía, por lo que pensaba hacer después”. Manifiesta, por tanto, que la ingratitud de los sevillanos hizo despertar su memoria, dormida por la generosidad, y relata que, desde que entró en España como cuestor, tomó la provincia a su cargo y “ninguna cosa se ofreció de vuestro bien, que no la hiciese, o procurase hacer con todas mis fuerzas”. Ascendido luego a pretor, declara que consiguió del Senado librar a los sevillanos de algunas imposiciones y gabelas. Incluso atendió todos los negocios “que cada uno de vosotros me encomendó”, aunque ello le granjeara enemigos y pusiera en riesgo su vida. Pues, defendiendo tantas causas, “en ellas era fuerza, por varios respetos, tener siempre algún contradictor; a quien atropellaba, a costa de mi diligencia, y aun a riesgo de mi salud y vida”. Manera de decir que no cabe contentar a dos contrarios sin perjuicio para quien lo procura. Siendo luego cónsul, Julio Cesar expone que contó con autoridad mayor y, por eso, logró más grandes privilegios para Sevilla.
A pesar de tan generosos y repetidos favores, se queja hondamente de la muy contraria correspondencia de los sevillanos, haciéndolos peores que los brutos: “que parece habéis perdido, aun el natural instinto, con que los brutos reconocen a sus bienhechores”. Avanzado su Razonamiento, Julio César clama: “¿Qué es esto Sevillanos?”, y se pregunta dónde quedaron el juicio y la cordura. Con extremo enfado, dictamina además: “Porque lo que veo es, que juzgáis los beneficios, por injurias, y los agravios por mercedes; y huis del provecho, apeteciendo el daño”. Ya que reprocha grandemente a los sevillanos haber acogido a Pompeyo, aunque talara los campos y destruyera provincias para juntar un gran ejército. Aun así, reclama a los de Sevilla: “Volved en vosotros, y mirad por vuestro honor y reputación, y por vuestros acrecentamientos; y advertid, que todo esto lo tendréis, teniendo a César”, y hace una premonición admonitoria: “Mirad no sea, que lloréis después en algún tiempo sin remedio, lo que ahora perderéis sin fruto”. Cuenta Espinosa de los Monteros que los sevillanos debieron darle buenas satisfacciones para que perdiera el enojo, como grandes sumas de dinero, que todo lo aplaca y ante lo que no se pregunta: “¿Qué es esto?”.
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