Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Los sindicatos salvajes

LOS sindicatos mayoritarios han enseñando los colmillos en la huelga del Metro de Madrid. Los operarios no respetaron el martes los servicios mínimos, que consideran abusivos, y dos millones de personas quedaron inmovilizadas cada día en sus respectivas estaciones. Madrid quedó paralizado. Los secretarios generales de UGT y CCOO, Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo, que hasta ahora habían mantenido una prudentísima actitud pese al creciente deterioro económico y social, no sólo han avalado lo que se ha dado en llamar un paro salvaje sino que además han advertido, uno, que a partir de ahora no respetarán los servicios mínimos que consideren descompasados, y dos, que lo ocurrido en Madrid no es más que un capítulo del proceso preparatorio de la huelga general del 29 de septiembre en el que ambos están enfrascados.

A lo largo de los dos últimos años, más desde la derecha que desde la izquierda, se ha criticado con recochineo la actitud benevolente de los sindicatos ante un Gobierno, y una situación económica general, que ha dejado sin empleo a millones de personas. Los populares, en su afán de apadrinar el caos y aprovechar el desorden para sus intereses electorales, han llegado al extremo de ofrecerse como organizadores de huelgas para sustituir a los sindicatos renuentes.

Ahora, cuando UGT y CCOO han roto su comportamiento, digamos, complaciente, y han organizado en Madrid un barullo de mil demonios como anticipo del paro de septiembre, un calambre ha recorrido el espinazo de todos. Los domesticados sindicatos se han asalvajado de improviso para, de un lado, reponer su orgullo y, segundo, para evitar un ridículo estrepitoso y casi definitivo si la huelga del 29-S no paralizar de verdad el país.

Hay mucho en juego para los sindicatos el 29-S y por eso están dispuestos a saltarse algunas convenciones. Otra cosa es que este camino sea el más apropiado para amedrentar al Gobierno y, por supuesto, a la patronal, y que las víctimas de las huelgas de hoy acepten ser al mismo tiempo los huelguistas de mañana. ¿Se puede ser rehén de un paro como el del metro y secuestrador en la huelga general? ¿Hay malestar suficiente entre los trabajadores para responder a la llamada de los sindicatos?

Son muchas los enigmas inherentes a este cambio en el comportamiento de los sindicatos. Por ejemplo la verosimilitud. ¿Basta con enseñar los colmillos para reparar el crédito menoscabado? ¿Es una carrera hacia la regeneración o hacia el suicidio? ¿Hacia el respeto o hacia el descrédito?

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios