puerta de los palos

el Fiscal

El síndrome del porcentaje

Quedan quince días para la Semana Santa y resulta revelador cómo hay quienes tienen interiorizado que será pasada por agua y se entregan a los druidas de la meteorología

ANdan expectantes los ambientes clericales, el cofraderío militante, el capiroterío de abono y el baranderío municipal. No hay otro tema de conversación sobre cómo irá la cosa, sobre quién se llevará el gato agua, quién podrá o no salir, sobre si habrá que esperar hasta el último día, si bastará con cinco minutos antes o si se sabrá ya algo con meridiana claridad dos días antes.

-Qué pesadez con lo del cónclave, Fiscal. La papolatría es hija de la novelería en Sevilla.

Qué papolatría ni qué niño muerto. De lo que hablo es de la lluvia. Aquí el personal está con la jindama en el cuerpo con los ranos que están cayendo del cielo desde el pasado domingo. Lo que tiene a la gente en vilo no es el color de la fumata sino el del cielo, lo que quiere saber el cofraderío no es si sale el italiano o el brasileño en plan final del Mundial 82, sino si sale la Amargura o el Cachorro. ¿Cuántos no se han acercado a preguntarle ya por el tiempo que hará en Semana Santa? Que si la web del weather, que si San Maldonado bendito, que si el tío ese que vive en Estados Unidos al que consultan como a un Panoramix morado. Tenemos interiorizado que en Semana Santa llueve como el político del PP andaluz al que se le nota de lejos que asume que se va pegar el chocazo urna tras urna, damos por perdidos ya varios días de la Semana Santa como quien va al casino a jugarse la suerte a la desesperada. Y todo porque son legión las víctimas del síndrome del porcentaje. Hemos pasado de confiar en el si llueve por San Matías se mojan las cofradías a la frialdad del número y a la obsesión por tasar el riesgo, lo que deriva en el absurdo entristecimiento a largo plazo. Tal vez en esta ocasión pesa como una losa la experiencia del fallido vía crucis y el número protagonizado por algunos titiriteros de diverso pelaje.

Tardarán mucho las cofradías en liberarse de un síndrome que lleva tres lustros condicionando más de la cuenta la fiesta más importante de la ciudad. Hace falta ser un hermano mayor con las ideas muy claras, con mucho peso específico y con un perfil de incuestionable notabilidad para sacar una cofradía a la calle con amenaza de lluvia como hizo Luis Rodríguez-Caso en 2002, aquel Jueves Santo en que sólo salió su cofradía de la Quinta Angustia y el Valle. Cualquiera en su lugar hubiera dejado la cofradía dentro, máxime si se trata de un cortejo eminentemente clásico como el de la hermandad de la Magdalena. Luis hizo lo que ya no se hace. O quizás lo que ya no se sabe a hacer: mirar al cielo unos minutos antes de la hora oficial de salida y realizar la consulta de rigor para decidir. Sin mayores contemplaciones. El síndrome del porcentaje ha laminado en muchos casos ese margen de oportunidad para sacar una cofradía que suelen conceder muchos días de lluvia. ¿O cuantísimas veces no se ha quedado la cofradía dentro y no ha caído ninguna gota? Hagan, hagan memoria... Pero el miedo al porcentaje, a la crítica, a la tortura de las redes sociales o a todo a la vez condicionan la decisión.

Primo hermano del síndrome del porcentaje es el síndrome de la responsabilidad, que también nos ha privado de verdaderas bellezas de cofradías en la calle por el exceso de conservadurismo en la interpretación de los porcentajes. Que este síndrome haga mella con anterioridad al domingo del cabildo de toma de horas es para pedir número en el diván de Criado. Y una prueba de la falta que hacen cofrades como Luis. Ahora más que nunca. Qué cónclave ni qué cónclave.

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