puerta de los palos

el Fiscal

El sitio del arzobispo

N O es la segunda fila, al menos en el interior de un templo. No es la esquina debajo casi de un púlpito. No es en un rincón. El sitio del arzobispo de Sevilla en cualquier acto que se celebra en la ciudad debe ser preferente. Si encima el acto se celebra en el interior de un edificio de titularidad eclesiástica, no se explica semejante despropósito. El martes se celebró en el templo del Salvador la entrega de los premios de acción humanitaria de la Fundación Doña María de las Mercedes. El jurado y las autoridades compartieron una suerte de estrado especialmente montado para la ocasión a la vera del presbiterio. El cardenal Amigo vino expresamente a Sevilla para participar en el acto al ser miembro del jurado. Por esta condición -y es de suponer que también por la de ser Príncipe de la Iglesia- ocupó un asiento en primera fila y en zona central, una ubicación oportuna y adecuada. Pero al ordinario del lugar, al titular de la diócesis que es don Juan José, le asignaron una segunda fila y esquinada. Para colmo, al alcalde se le olvidó citar al arzobispo en la salutación inicial. Don Juan José aguantó el evidente fallo del responsable del protocolo. El Salvador es un templo propiedad de la Iglesia de Sevilla. Y el máximo representante de la Iglesia en Sevilla se llama monseñor Asenjo. Alguien de la entidad organizadora debió reparar en unas razones tan básicas como fáciles de comprender. Alguien del Arzobispado, también, pudo haberse anticipado y comprobar de oficio que el sitio asignado al prelado no era el más adecuado. La ubicación de don Juan José fue el runruneo de periodistas y de varios de los invitados.

Al menos, debe saber el arzobispo que el nefasto protocolo del acto lo colocó junto a una de las personas más estimadas de la ciudad de entre las que han pasado por la política municipal en tiempos recientes. Don Juan José estuvo acompañado por Rosamar Prieto-Castro, quien no sabemos si le dio algunas de esas claves de Sevilla que bien le vendrían conocer a este prelado. Rosamar también llegó a esta ciudad procedente de otros lares. Y con tacto y con paciencia fue ganándose la confianza de la Muy Desconfiada Sevilla. Quién sabe si la divina providencia quiso que monseñor Asenjo no estuviera en su sitio para estar al lado de quien como él, llegó a Sevilla y terminó siendo ovacionada de forma espontánea por el auditorio del teatro de la Maestranza.

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