La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El suceso de Pino Montano

En estos dramas eso que llamamos "la vida" exhibe su crueldad sin propósito, su tragedia sin grandeza

Amanece. Se apagan las luces de las calles. La ciudad despierta despacio. Se abren las ventanas de quienes duermen con aire acondicionado y siguen abiertas las de quienes lo hacen intentando que una corriente de aire, por leve que sea, les permita dormir. Huele a café. Cada cual va a su afán. Pasan las horas del día. Culminan las grandes calores de ventanas cerradas y persianas echadas. Avanza la tarde. Anochece despacio. Se encienden las luces de calles y casas. Se llenan las terrazas de los bares. Otro día. Amanece, media el día, cae la tarde, anochece. Así un día y otro. Mientras la ciudad despierta cada mañana y duerme cada noche, mientras la mayor parte de sus habitantes viven sus vidas inmersos en esa bendita rutina que hace que un día sea igual a otro, creando la consoladora ilusión de que hay una estabilidad, algo a lo que asirse, suelo firme bajo los pies o un cierto orden en el vivir, en un piso de Pino Montano fallece una mujer de 48 años. Sola.

Pasan los días mientras la vida de la ciudad y la de los pisos del bloque en el que esta mujer yace muerta sigue adelante. Está escrito que el sol sale los buenos y los malos. También sobre los vivos y los muertos insepultos que han fallecido en soledad. No es otro de esos casos tristes, cada vez más frecuentes, en los que se encuentra el cuerpo de un solitario muerto hace meses o incluso años. Es peor, mucho peor. Porque en el piso en el que yace el cadáver está su padre, un hombre de 73 años, impedido, que al parecer ha muerto al no poder ser atendido por su hija. Alguien muere imposibilitado en esa situación más atroz que la soledad: con la compañía del cadáver de su hija. Y mientras tanto la vida seguía a su alrededor. El sol salía y se ponía. Los vecinos hacían sus vidas al lado, bajo o sobre el piso en el que se consumaba este horror. Si las autopsias confirman las primeras informaciones policiales se trata de uno de esos dramas inimaginables en los que ese conjunto de cosas al que llamamos "la vida" exhibe toda su crueldad sin propósito, toda su tragedia sin grandeza.

Lamento escribir sobre algo tan desgarrador. Pero estas noticias sin consuelo posible me desgarran. Sólo se me ocurre rezar por ellos, y no a otro que a Humildad y Paciencia, el salmo 88: "Me has echado en los abismos… ¿Por qué, Yahveh, lejos de mí tu rostro ocultas?... Has alejado de mí compañeros y amigos, son mi compañía las tinieblas".

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