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Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

La tumba y la Historia

La tumba de Queipo en la basílica de la Macarena es una lección de la Historia y los comportamientos de Sevilla

Aunque acumula uno más trienios de los que le gustaría confesar, cuando llegué a este mundo Gonzalo Queipo de Llano y Sierra llevaba ya un puñado de años enterrado en la basílica de la Macarena. Cabe concluir, por tanto, que estos días se está hablando en Sevilla de cosas del Cuaternario Superior, que ya son ganas de hablar. Reconozco que el personaje de Queipo y la Sevilla de la Guerra Civil siempre me fascinaron y que gracias a obras de historiadores locales imprescindibles para conocer ese periodo, como Juan Ortiz Villalba y Francisco Espinosa, y otros más best sellers, como Manuel Barrios e Ian Gibson, e incluso su hagiógrafo Nicolás Salas, pude hacerme una idea de lo dantesco del personaje y de las tropelías que perpetró mientras pudo. Pero fue la lectura de sus charlas radiofónicas y las crónicas glorificadoras en el Abc de Sevilla de la época -ya entonces los dos, periódico y general, apuntaban maneras- lo que me lo dibujó como un personaje con pulsiones genocidas que no hubiera desmerecido en el banquillo de los acusados de los juicios de Núremberg. Escribió Queipo el capítulo más negro de la historia reciente de Sevilla y así quedará para siempre en la memoria de la ciudad.

El personaje me produce más repulsión que otra cosa y, por supuesto, me importa muy poco dónde esté enterrado. Pero aún así no entiende uno ese frenesí desenterrador que le ha entrado estos últimos meses la izquierda, como si no hubiera otra cosa que hacer en España que sacar a Franco del Valle de los Caídos y Queipo del atrio de la Macarena. No está Andalucía como para que la Junta ni su presidenta pierdan siquiera un minuto en una cuestión que no va solucionar ninguno de los problemas que tiene Sevilla, que no son pocos ni pequeños.

Además, la tumba de la basílica ofrece una magnífica oportunidad pedagógica para explicar a las generaciones para las que la Guerra Civil es algo ya tan poco presente como las carlistas o el desastre de Annual por qué está allí enterrado un personaje que acumuló represión y muerte como muy pocos antes y después. Sería una magnífica oportunidad para hablar de la Sevilla de aquellos años: cobardona y acomodaticia, dispuesta a tragar lo que fuera con tal de que la dejaran sestear. Es también una lección de cómo la larga dictadura franquista fagocitó e instrumentalizó los sentimientos religiosos y las tradiciones de los sevillanos, con la anuencia y la conformidad de algunas de sus principales corporaciones.

La tumba de Queipo es una parte de nuestra Historia y permite reflexionar sobre si Sevilla ha cambiado o, en el fondo, sigue teniendo comportamientos que nos permiten reconocerla. Como si el tiempo se resistiera a pasar.

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