El balcón

Ignacio / Martínez

q uedarse como estaba

Asu llegada a Chile la semana pasada, después de darle la estocada a Sánchez en una entrevista desde Colombia, Felipe González era esperado en Santiago con expectación. Le preguntaron sobre el futuro de Sánchez y el viejo líder quiso hacer una gracia: "Todavía no me creo Dios". Le quedó agria la broma, aunque González sabe contar chistes. Cuando conoció a Margaret Thatcher, en 1985 en los funerales de Chernenko, le contó uno de humor negro: el paralítico que va a Lourdes a curarse y tiene la mala suerte de caerse cuesta abajo, mientras grita "virgencita, que me quede como estaba". La dama de hierro se partía de risa.

Algunos le creyeron dios durante su largo reinado en la Moncloa entre 1982 y 1996. Al dirigente guerrista Txiqui Benegas los servicios secretos le grabaron en 1991 cuando criticaba al entonces primer ministro español, refiriéndose a él como dios. Era una copia; el verdadero Dios en la política europea era el presidente socialista francés François Mitterrand. Era tan público su carácter divino que Plantu lo dibujaba en Le Monde pidiendo a sus interlocutores que le llamaran Dieu. En el programa satírico de los 80 y 90 en la TF1 Bébête Show, con marionetas que parodiaban a los políticos, Mitterrand era una rana que se consideraba dios con toda naturalidad. Era un programa ácido, en el que Chirac era un águila, Sarkozy un perro, Le Pen una pavisosa con dientes de vampiro, Balladur un pelícano, y así.

González ya intervino en la anterior disidencia socialista, cuando Borrell ganó a Almunia las primarias de 1998. (Ese sí que fue un candidato de las bases contra el aparato. Al contrario que Sánchez, propulsado desde el estado mayor del PSOE andaluz, el mismo que se lo ha cargado). Felipe en aquella coyuntura repetía en privado un sonsonete sobre Borrell: "Pepe es frágil". El aludido sólo duró un año en liza; pero de frágil, nada. Borrell ha sido estos días con diferencia el más sólido de los dirigentes socialistas. Ha advertido que ante el desafío secesionista de Cataluña hay que hablar con los amotinados. Que la UE obligará a España a un nuevo ajuste de caballo y habrá que discutir cómo se reparten los costes sociales.

Ha centrado las claves de supervivencia de su partido: hacer un programa progresista que la gente vea que le beneficia, recuperar a las clases medias urbanas ilustradas, mejorar la selección de los representes del partido y abrir las elecciones internas a los simpatizantes como en Francia o Italia. Borrell no está nada bien visto en los cuartos de banderas de San Vicente. Primero calificó a los golpistas como sargentos chusqueros y después los degradó a cabos. Seguro que no aprecian la guasa Cornejo, Verónica Pérez, Pradas o Mario Jiménez, los zapadores, furrieles y artilleros de Susana Díaz en esta batalla contra su antiguo patrocinado. En todo caso, la refriega ha dejado al PSOE como al protagonista del chiste de González, pidiendo a la Virgen quedarse como estaba.

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