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Puntos de vista

José Joaquín León

El último cardenal

ENTRE todos los años del cardenal Amigo Vallejo, yo me quedo con el último. Entre todo lo que hizo, entre todos sus aciertos, entre todas las polémicas, entre todo el oropel y el boato, yo me quedo con el hombre más sencillo, que sabía que el tiempo del Palacio Arzobispal estaba cumplido y el final era cuestión de días. Entre el cardenal y el arzobispo, yo me quedo con el fraile franciscano. Entre el pastor que cuida de las ovejas y de los que le hacían la pelota para criticarlo después por detrás, yo me quedo con el fraile Carlos, que miraba hacia delante, sabiendo que a la vuelta de un recodo estaría fuera de Sevilla.

Despojado de sus vestiduras, despojado del peso de la púrpura, despojado del qué dirán, se quedó en la realidad de las cosas profundas. Una mañana de agosto, poco antes de la procesión de la Virgen, me contó que su principal deseo para el futuro era escribir un libro sobre San Francisco de Asís. No un tratado, no una biografía, sino un libro personal, donde pudiera contar lo que realmente pensaba, con la sinceridad de dejarse llevar por sus ideas. Era un tiempo de espera, hasta que el Papa quisiera; y me dio la impresión, no sé si equivocada, de que tenía asumida sin ninguna nostalgia su salida de Sevilla. Hay etapas en la vida y ésta era una de ellas. Como lo fue Tánger en otros días. Como lo fue aquel convento de las Clarisas, de Medina de Rioseco, en el que cantó misa.

Vuelto ya a la realidad de las cosas sencillas, que son las más importantes, me contó que la misa que más le impresionó en Sevilla no fue ninguna de las solemnes de la Catedral, sino una en la capillita de los Humeros, que algunos sevillanos no saben ni donde está. A veces, se encuentra más cercano Dios en lo simple que cuando te obligan a representar un papel, en el que tú apareces como quieren verte los otros, pero no como te sientes tú mismo, cuando te miras en el espejo de tu vida. Por eso, para el futuro tenderá su mano a Dios, para que le guíe por otros caminos, que quizá sean los suyos. Probablemente, este último cardenal es el verdadero, quizá porque vuelve a ser sólo fray Carlos.

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