OCIO Tres planes en Sevilla para el fin de semana

La Barqueta

Manuel Bohórquez

manolobohorquez@gmail.com

Se va Manuela Carrasco

La comparan con Carmen Amaya, pero la catalana del Somorrostro no tuvo nunca el temple de la trianera

LEO sobre la marcha de los escenarios de Manuela Carrasco Salazar y no me lo creo. Los genios del baile suelen morir con las botas puestas y Manuela lo es. Sin ninguna duda, la bailaora más jonda y de mejor planta calé de la historia. Se irá pero, como Paco Isidro, sin ausentarse. El baile no se puede permitir que una artista como ella se vaya del todo a su casa, aunque se haya ganado el descanso porque baila desde niña, cuando lo hacía a escondidas de su padre, el bailaor José Carrasco El Sordo.

La recuerdo con 20 años en los festivales andaluces de los pueblos, con Curro Fernández cantándole, seguramente quien mejor la ha llevado junto con Enrique el Extremeño. Nunca antes se había visto esa manera de bailar si nos atenemos a los vídeos o las películas del baile antiguo, sobre todo del baile gitano. La comparan con Carmen Amaya, pero la catalana del Somorrostro no tuvo nunca el temple de la trianera. Manuela aprendió a bailar en el seno de su propia familia, en el arrabal de Triana, donde hace casi dos siglos ya cruzaban los guiris el puente de barcas para disfrutar del mejor baile en los corrales de la Cava Nueva, lo que demuestra que la época hermética de la que escribieron Fernando el de Triana o Mairena no existió nunca.

En 1841, en el bautizo de un hijo de Juan Rodríguez El Gallego, de los Cagancho y compadre del isleño Antonio Ortega El Fillo, un conocido periodista zamorano, Modesto Lafuente, se refería en un periódico al coro de las “vírgenes flamencas”, antes de que Estébanez Calderón escribiera en prensa Un baile en Triana, capítulo de sus Escenas andaluzas. Manuela es heredera de aquellas vírgenes flamencas, de las gitanas que cruzaban a veces el puente para amenizar las célebres galas del Baile de los Ingleses, donde actuaban las boleras sevillanas Petra Cámara, Manuela Perea La Nena o Amparo Álvarez La Campanera, que nació en la Giralda, una de las hijas de Juan el Campanero.

A esas galas de la alta alcurnia hispalense iban las gitanas de Triana para “amenizar la fiesta”. De ahí viene el baile gitano de Manuela Carrasco: de sus antepasados, de bailaoras y bailaores que no eran artistas profesionales pero que tenían el baile como una forma de desahogo. Manuela se quiere despedir en los teatros y lo va a hacer a lo grande, con una gira. Pero no se irá nunca del todo, seguiremos viéndola andar por las calles de Sevilla como una Giralda de bronce, esa cabeza tan bien colocada y unos ojos grandes y negros que se apagarán mirando a la Triana de Faíco y Mojigongo.

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