La vieja dama

La Cultura abre muchas posibilidades de entendimiento, si hay una mínima voluntad común

Acuden a su casa, la cortejan, pero como de paso, prestándole esa atención mínima de manual de estructura económica, con referencias al empleo, ferrocarriles, sanidad y escuelas. Todo muy necesario e incluso prioritario, mas el pensamiento de los visitantes parece siempre puesto en otro sitio, y, como reflejo, el de los nativos también. No sería extraño que la vieja dama acabase, como en la literatura, indignada porque nadie mira real y fijamente su arrugada cara. Sólo cumplidos retóricos y diagnósticos de manual. Ni disimulan que se trata del escenario de una batalla cuyo resultado se ventila en otra parte. No sería extraño que la vieja dama acabara, en efecto, dolida además de indignada: "Aquí, en España, los políticos, si no te inventas unos derechos históricos, desempolvas pergaminos y privilegios forales y les echas un pulso, te reducen enseguida a cómodas estadísticas y te recetan sólo medicinas genéricas." Y, atribulada, la vieja dama aún podría añadir que esos mismos políticos, pendientes de apagar los rescoldos del norte y levante, apenas piensan en una fórmula magistral para sus males.

Pero debe sentarle peor que sus propios políticos, los nativos, tampoco tengan en cuenta la peculiaridad de sus carencias y méritos. Como no hace alarde de su historia ni rebusca más privilegios que los de cualquier otro ciudadano español, se olvidan de ilusionarla, reavivando su cultura y su pasado. Debe dolerle mucho que, en tanto días de campaña electoral, no haya habido ni una sola propuesta (ni tampoco una sola crítica), de unos o de otros, que ataña al funcionamiento de sus bienes culturales, la circulación de los libros de autores y editores andaluces, programas de incremento de la lectura, coordinación museística, intercambio de labores entre universidades, abertura de espacios para la reflexión entre los distintos territorios andaluces, a veces tan alejados e invertebrados, y así podría encadenarse una larga cadena de posibilidades.

Preocupados sobre todo por la esgrima y el combate entre adversarios, los candidatos andaluces se detienen poco a pensar y mirar, a la cara, a la vieja dama. Sin embargo, de haber querido tenerla en cuenta, contentarla, se habrían tendido puentes, acuerdos, incluso pactos, sobre cuestiones menores, pero de un gran calado simbólico. Coincidir en propuestas para solucionar el paro no es nada fácil; en cambio, la Cultura abre muchas posibilidades de entendimiento, si hay una mínima voluntad común. Esperemos que Andalucía, esta veja dama, no se indigne demasiado.

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