Fragmentos

Juan Ruesga Navarro

Y volvió el Guernica

EL 10 de septiembre de 1981, a las ocho menos cuarto de la mañana aterrizó en Madrid, en un avión de Iberia llamado Lope de Vega, el Guernica, la gran obra de Pablo Picasso. Ahora nos puede parecer una noticia marginal, casi una curiosidad de hemeroteca. Pero entonces fue una fecha de enorme valor simbólico. En unos pocos años se habían producido numerosos acontecimientos políticos en España, que cambiaron nuestra vida. Al hablar de la Transición española, tan valorada hasta hace poco, algunos marcan su inicio con la legalización de los partidos, otros con la aprobación de la Constitución, o bien con las primeras elecciones generales o los primeros ayuntamientos electos.

Cada uno de los que vivimos esos momentos puede escoger uno concreto de aquellos apretados días. Para muchos de nosotros el cambio de España se visualizó con nitidez con la llegada del Guernica. Por eso acudimos a las pocas semanas al Casón del Buen Retiro, en un bello otoño madrileño, a contemplar el cuadro que hasta entonces habíamos visto a diario clavado con cuatro chinchetas en la pared de nuestra habitación, en una reproducción en cartulina. Un grupo de amigos fuimos a Madrid a ver el Guernica. Largas colas de espera. Miles de personas con caras sonrientes aguardaban el momento de poder contemplar durante unos minutos la obra. Detrás de un complejo armazón de vidrio de seguridad, pasamos ritualmente delante del cuadro, como si fuera un enorme retablo de nuestra historia reciente. Ahora sí, dijimos, ahora algo ha cambiado.

Había mucho que hacer y ahora estaba claro el por qué. Queríamos conseguir que nuestros hijos pudieran ver el Guernica como un acto más, cotidiano y normal, de su formación. Que lo pudieran contemplar como una obra maestra de la pintura, por encima de su valor simbólico, aunque siempre lo tendrá. Que se pudiera ver sin vidrios de seguridad, precaución necesaria si se recordaba que unos años antes una exposición de grabados de Picasso fue atacada con ácido por los Guerrilleros de Cristo Rey. Que se pudiera uno acercar para estudiar los detalles, igual que hacíamos con Las Meninas de Velázquez o Los fusilamientos del 3 de mayo de Goya, dos de las grandes obras maestras de la pintura de todos los tiempos, que estaban en el edificio de al lado, en el Museo del Prado. Sí, había mucho que hacer. Pero se consiguió. Algún tiempo después, en otro año señalado, 1992, el Guernica fue instalado definitivamente en el Museo Reina Sofía. ¿Se acuerdan de las cosas que pasaron en 1992? Pues el Guernica también pudo contemplarse como deseábamos, como el gran cuadro que es, en ese año. ¿Terminó entonces el primer gran impulso de la trasformación de España? Se puede decir que sí. El uno de enero de 1986 España se había incorporado a las Comunidades Europeas. Un periodo de prosperidad económica siguió durante unos años, justo hasta 1993. Costó salir de aquella crisis, pero había un proyecto ideológico que impulsaba a seguir. ¿Y ahora? Más de treinta años después de la vuelta del Guernica, ¿cuáles son los hitos que marcan el camino del proyecto España?

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