Seguramente el Covid-19 habrá aparecido de modo fortuito: a ningún conspirador medio listo se le ocurriría exterminar a la humanidad con un virus inofensivo; pero la desmesurada alarma que, a cuenta de él, estamos padeciendo pasa ya de castaño oscuro, y es todo menos espontánea. Por eso, aparte de big pharma y la especulación bursátil, que sacarán jugosa tajada, es legítimo y casi obligado sospechar que algunas poderosas voluntades, no necesariamente conjuradas pero con decisiva influencia en las agencias de prensa que monopolizan las noticias en el mundo, hayan aprovechado esta nueva gripe para promover la mayor y más efectiva campaña de pánico que se ha conocido en la historia. La pregunta, claro, es quiénes son esos promotores y qué fines albergan; pero nada noble, seguro. Algún día nos enteraremos. 

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