Cuarenta años
Cuarenta años
Parece que sucedió ayer; el tiempo transcurre, los años van desgranándose lentamente, mas los recuerdos no se desvanecen de la conciencia y lo acontecido permanece indeleble hasta en los más nimios detalles. Caminaba con su peculiar garbo, para afrontar su última jornada laboral previa a la jubilación. ¿Qué estaría pensando en aquellos, sin saberlo, últimos instantes antes de ser abruptamente jubilado de la vida? Dos esbirros del Mal se le acercaron por la espalda y amparados en la oscuridad, el plomo habló por ellos; no contentos, repitieron su proeza sobre el cuerpo inerte para dejar así constancia de su ADN ideológico, cobardía km cero. ¿Algo habría hecho?: Por supuesto, ser una persona de bien, un caballero. En la acera quedó una vida segada, una familia condenada a perpetuidad sin beneficios penitenciarios restaurativos. ¿Cómo tratar de explicar qué se siente cuando ves a quien te engendró caído en el suelo sobre un charco de sangre?, ¡tu sangre! Otra víctima humilde a la que no interesa recordar: no era político, empresario, periodista..., sino que en su día fue lo que algunos llaman peyorativamente un uniformado, un guardia civil, para tratar de cosificarlo. Ni olvido, ni perdón, tampoco la dizque justicia restaurativa. Cuarenta años sin justicia; decir la verdad nos hace libres. Sucedió en Lasarte el lunes 30 de diciembre de hace cuarenta años. El caído se llamaba Alejandro Sáenz Sánchez. In memóriam.
También te puede interesar