La tribuna
Furia, bulos y la indignación como motor de cambio
La tribuna
El próximo primer domingo de diciembre hará 40 años de la segunda de las grandes manifestaciones de afirmación de Andalucía durante la llamada transición política. Sucedió dos años después del histórico 4 de diciembre de 1977. Cientos de miles de andaluces volvimos a ocupar las calles, llenándolas otra vez de reivindicaciones y alegría. Esta vez no hubo que lamentar ningún hecho trágico (como fue el asesinato de Manuel José García Caparrós en Málaga, dos años antes) aunque sí se produjeron provocaciones de la extrema derecha, como la ocurrida en Sevilla cuando desde la sede de Fuerza Nueva se arrojaron botellas y otros objetos sobre la manifestación. El momento político era delicado porque ya la UCD, partido gobernante a nivel del Estado, se resistía a convocar el referéndum para el acceso a la autonomía por el artículo 151 (la vía rápida y con mayores competencias) de la recién inaugurada Constitución, a pesar de que se habían cubierto con creces los requisitos para ello. Aquel 2 de diciembre volvimos a reafirmar que Andalucía debía ser reconocida como sujeto político al mismo nivel que las otras nacionalidades históricas porque también lo era (lo es), con no menos atributos que cualquiera de ellas (como así fue reconocido en el artículo primero del posterior Estatuto).
En ambas ocasiones, en el primer domingo de diciembre de 1977 y de 1979, se fusionaron las reivindicaciones sociales con la reivindicación de un autogobierno con las competencias necesarias para poder materializarlas. A nadie se le ocurrió que hubiera contradicción entre ambas cuestiones, pues sin duda eran (y siguen siendo) las dos dimensiones inseparables de un mismo objetivo. Luego vino la victoria política en las urnas el 28 de febrero de 1980, a pesar de todas las dificultades y zancadillas. Andalucía había logrado incorporarse a las "autonomías de primera división" junto a Cataluña, Euskadi y Galicia. Pero fue un espejismo, porque las competencias contenidas en el Estatuto no respondieron a las necesidades y ni siquiera agotaron todas las posibilidades legales, por lo que la autonomía se mostró pronto una herramienta incapaz de ser palanca de las transformaciones imprescindibles. En el marco del bipartidismo de la alternancia a nivel estatal, aquí se conformó un régimen unipartidista y clientelar que ha durado más de 36 años. Con lo que el desencanto y la desafección se adueñaron del pensamiento y, lo que es más grave, del corazón de millones de andaluces. Y la anestesia inyectada por los diversos instrumentos del nacionalismo de estado y por la ideología neoliberal hizo su efecto. En estos cuarenta años, Andalucía no ha avanzado nada en su convergencia con otros territorios del estado español y de Europa. Tenemos los mismos o equivalentes problemas estructurales (dolores los llamaba Blas Infante) que entonces más los producidos por la desesperanza y el bajo nivel de conciencia de pueblo. No es anecdótico que hasta Teruel o Cantabria estén hoy representados en el Congreso y no lo esté Andalucía (a pesar de que aquí se eligen 61 diputados).
Y sin embargo, a pesar de todo, Andalucía sigue existiendo. Desde esta premisa, un grupo de andaluzas y andaluces de la sociedad civil, no sujetos a disciplina de partido, hemos constituido una plataforma, Andalucía Viva, con el propósito de activar de nuevo la confluencia entre reivindicaciones y aspiraciones sociales y reivindicación de un autogobierno verdadero con competencias suficientes y la voluntad política necesaria para tomar decisiones encaminadas a cambiar las cosas según conviene a los intereses generales de Andalucía. No se trata del germen de ningún partido político: lo que se pretende es crear un activador de conciencia.
Y volveremos a salir a la calle un primer domingo de diciembre mostrando que Andalucía está viva. Porque el que lo esté y despierte es el primer requisito para plantearse con posibilidad de éxito cualquier objetivo. Hemos llamado a hacerlo en Córdoba porque se cumplen cien años de la publicación allí del considerado como "manifiesto de la nacionalidad" y de la aparición del grito emblemático "¡Viva Andalucía Libre!", en una manifestación de trabajadores del campo. Se han adherido ya al llamamiento varias decenas de colectivos ciudadanos -que tendrán el principal protagonismo- y también algunos sindicatos y organizaciones políticas. Nadie a quien le duela Andalucía y aspire a un futuro más justo para nuestros hijos y nietos sobrará allí, salvo que decida autoexcluirse. La pretensión es inclusiva e integradora: nuestra grave situación como pueblo no permite sectarismos anacrónicos ni hegemonismos estériles.
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