Tribuna

Gumersindo ruiz

Economista

Antígona frente a las leyes

Antígona frente a las leyes Antígona frente a las leyes

Antígona frente a las leyes

El carácter heroico de Antígona se lo proporciona su enfrentamiento no a un tirano, sino a la ley escrita. En nombre de un sentimiento noble o ley natural, se arroga el derecho de enterrar a uno de sus dos hermanos, muerto en la batalla contra Tebas, y al que se le negaba el entierro al haber luchado contra la ciudad -el otro hermano había caído en el bando vencedor-, contraviniendo así la ley que expresamente prohibía enterrar a los enemigos. Este dilema entre lo legal, que se considera unilateralmente improcedente por quien apela a otros principios o derechos elementales, y los que buscan la aplicación estricta de las normas, lo utiliza ahora, espectacularmente, Slavoj Zizek en su Antígona.

Aceptando el terreno de juego donde pugnan la realidad legal y la del deseo, y que las leyes vigentes no son fruto de la manipulación de un poder no democrático, vemos cada día un tira y afloja entre lo que está escrito en los boletines oficiales locales, nacionales y supranacionales, y las exigencias de las realidades con que nos encontramos. Para Antígona es enterrar a su hermano; para otros forzar los acuerdos con la Unión Europea sobre presupuesto, techo de gasto o rescates bancarios. Y también las normas con que los países en momentos de pánico se han atado a las mal llamadas políticas de austeridad; o la tabla rasa que se quiere hacer con los acuerdos internacionales firmados -comerciales, clima-, en nombre de un sentimiento nacional que se considera ancestral, natural y genuino. Los compromisos entre Gran Bretaña y la Unión Europea participan asimismo de esta idea de romper con lo escrito. Habría que hacer una pirueta imaginativa para meter el enconamiento del problema catalán en esta dimensión en la que nos sitúa Antígona, pero aunque hay que declarar que cualquier parecido con nuestra realidad -en actores, coro y corifeo- es mera coincidencia, no puedo evitar que me venga a la cabeza. Hace falta más que una manifestación popular para conocer el sentimiento de emoción o apatía, irritación o desinterés, deseo verdadero de independencia o enfado ante las caricaturas con que se dibuja la situación.

Slavoj Zizak da un giro desconcertante a su Antígona y la obra tiene tres finales diferentes. Aunque no pretende construir una obra de arte sino realizar un ejercicio de ética política, sigue una fascinante tradición cinematográfica donde la misma historia diverge en caminos distintos -se menciona El azar, de Krzysztof Kiéslowski; y Corre, Lola, corre, de Tom Tykwer, pero también recuerda al cine japonés cuando cada personaje narra los hechos de manera distinta, y ninguna de ellas nos convence- . En el primero de los finales el coro elogia la insistencia de Antígona en el principio que defiende y por el que muere; es el desenlace que le da Sófocles y que ha contribuido al mito y a la compasión y simpatía por su personaje, lo que Zizak llama "nuestra complacencia humanitaria". En el segundo, Antígona convence al rey para que se salte la ley y le deje enterrar a su hermano, pero esa situación da lugar a un levantamiento de ciudadanos que quieren mantener la ley escrita, sigue luego un conflicto civil y la destrucción de la ciudad - es un final muy de Beltor Brecht, en el que "la clase dirigente puede permitirse obedecer el honor y los principios rígidos, mientras que los de abajo pagan el precio que ello exige"-.

En el tercer final el coro cesa de transmitir lugares comunes, pasa a la acción, da un paso adelante, y acaba con los dos (Antígona y el rey), indignado por el estúpido conflicto que redundará en mal para todos, y en el que no se ha dejado espacio para un proyecto democrático, de renegociación. Sería un desenlace populista en el que la gente, exasperada, cree tomar el control, pero tampoco se presenta como una solución, pues este estallido democrático de gobierno directo del pueblo supone volver a escribir nuevas leyes. El corifeo, en su última intervención, deja a la interpretación del público cual de los tres finales es el más acertado. En el segundo y tercero Antígona, cuyo nombre significa "la que es inflexible", se ha convertido en parte del problema, aunque Creonte, el rey, es un problema en los tres. La respuesta no es sencilla o evidente, pues se trata, ni más ni menos, de cómo poner puertas al caos al que se puede conducir a los pueblos por las posiciones inamovibles, las falsas soluciones, la incompetencia en suma y falta de pragmatismo de sus gobernantes.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios