DIRECTO Jueves Santo en Sevilla, en directo | Semana Santa 2024

El tiempo El tiempo en Sevilla para el Jueves Santo y la Madrugada

Tribuna

Fernando Castillo

Escritor

GeCé, un meteorito literario olvidado

Fue Ernesto Giménez Caballero, o GeCé, como firmaba en 'El Sol', un inquieto y culto de tintes ecuménicos, nieto del 98 e hijo del modernismo y Ortega

GeCé, un meteorito literario olvidado GeCé, un meteorito literario olvidado

GeCé, un meteorito literario olvidado / rosell

Hay personajes a los que la suerte no parece acompañarles en ese estado tan incontrolable que es la posteridad, a la que muchos se empeñan en mirar de reojo. Hace unos días apareció en un medio de difusión nacional un artículo en el que, entre otras cosas que es mejor no recordar, se presentaba con aires de novedad la muy conocida ocurrencia de Ernesto Giménez Caballero de casar a Pilar Primo de Rivera, hermana del fundador de Falange, ni más ni menos que con Adolf Hitler, con la intención refundar la dinastía de los Austrias. La boutade, lanzada en plena guerra mundial, es tan propia del personaje como de la época, aunque, puestos a ello, se podría acompañar de otras conocidas ocurrencias del escritor como la performance-imprecación montada en la Catedral Vieja de Salamanca contra el que llamaban Madridgrado, disfrazado mitad de mitad monje mitad soldado, que describió un atónito Dionisio Ridruejo. También estaría su preocupación, según parece expresada al propio Franco en audiencia solicitada para ello, por ser Falange un término femenino, y su propuesta al dictador de su cambio por el masculino "el Falanjo". Una ocurrencia que le llevó durante diez años al lejano Paraguay en una suerte de exilio, aunque, eso sí, como embajador. Se podría seguir con aquello de "¡Hay Pirineos!", lanzado al llegar a la frontera francesa, o con el inenarrable paseíllo torero ante Goebbels para enseñarle las suertes taurinas. Sin embargo, esta mirada algo chusca oculta otra realidad: la del escritor, periodista, cineasta y agitador cultural que, con Ramón Gómez de la Serna y Guillermo de Torre, otro olvidado, está en el origen de las vanguardias y la modernidad de la España plateada anterior a la Guerra Civil.

Fue Ernesto Giménez Caballero, o GeCé, como firmaba en El Sol, un inquieto y culto de tintes ecuménicos, nieto del 98 e hijo del modernismo y Ortega, que partió de un juvenil regeneracionismo para desembocar pronto en la vanguardia. Luego, tras un viaje a Italia en 1928 donde trató a Curzio Malaparte, recaló en el fascismo. Allí le deslumbró todo lo que rodeaba al nuevo régimen: el futurismo, la estética metafísica, la arquitectura racionalista, la ruptura con el pasado rancio y decimonónico, de la misma manera que otros inquietos del momento se deslumbraban por el País de los Soviets. A todos les unía el rechazo de lo anterior, del sistema liberal al que la Gran Guerra había herido de muerte.

En 1927, el año de la foto del Ateneo de Sevilla, funda con Guillermo de Torre La Gaceta Literaria, una revista que fue esencial en la España de los veinte y treinta, en la que se reunieron, en kilométrica nómina, todos los que creían en la literatura, del comunista César M. Arconada, al fascista Ramiro Ledesma, pasando por el inclasificable Ramón. Fueron los años de su foto, con gafas romboidales, sentado en el sillón Bauer y a la sombra de L'Étoile du Nord, el cartel de Cassandre. El deterioro de la convivencia en la España republicana alcanzó a la revista, en la que no tardó en quedarse solo y a la que, por coherencia, convirtió en El Robinson Literario. Hasta su ruptura con la vanguardia recorrió ismos tan destacados como el futurismo o el surrealismo, sin olvidar otros registros más convencionales, que dieron lugar a una obra tan larga como variada. Giménez Caballero, incansable fundador de revistas, impulsó exposiciones, abrió tiendas de muebles tubulares y creó el primer Cineclub de Madrid. Su película madrileña Esencia de verbena, en la que aparecen Ramón, Samuel Ros y Pérez Ferrero, es comparable a las "sinfonías urbanas" del cine de la época. Como tantos, también se atrevió con la ilustración con sus Carteles, cuyas imágenes resumían la cultura de la época. Hoy, tras haber sido de Gustavo Gili, están en el Reina Sofía.

Todo ello sin olvidar su militancia política que, como polilla inquieta, le llevó a entrar y salir de todas las iniciativas autoritarias y fascistas de la época, pues con ninguna parecía avenirse ni acomodarse. Pasó la guerra en la campamental Salamanca, luego haciendo de alférez provisional y lanzando proclamas. Después viajó por la Europa nazi, a Berlín, al congreso de Weimar y a las fosas de Katyn. Tras su germanofilia, que también cayó en el bunker berlinés, le hicieron procurador y conferenciante por el mundo, que alternó con sus clases de Bachillerato. Sus escritos posteriores a la guerra, que se llevó el ingenio, carecen del interés y de la inspiración renovadora de los aparecidos en los años de la Edad de Plata. Y es que Giménez Caballero, como tantos, fue una víctima más de la radicalización anterior a 1936 y de lo sucedido después. Unos hechos que contribuyó a provocar.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios