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Tribuna

Francisco Ferraro

Miembro del Consejo Editorial del Grupo Joly

Xi Jinping pieza clave del orden internacional

Xi Jinping pieza clave del orden internacional Xi Jinping pieza clave del orden internacional

Xi Jinping pieza clave del orden internacional

El reciente congreso del Partido Comunista de China no solo reeligió a Xi Jinping como secretario general del partido para un tercer mandato y futuro presidente de China, sino que acentuó su poder absoluto y lo confirmó como guía espiritual del país, una categoría que no había tenido ningún líder chino desde Mao Zedong.

La impresionante perspectiva del plenario del congreso en el Gran Salón del Pueblo con la cuidada simetría, la uniformidad de sus 2.300 delegados y el unánime alzamiento de manos en las votaciones nos dan una idea del poder absoluto de Xi Jinping; y el dramático y excesivo episodio de la expulsión del congreso del anciano Hu Jintao, ante la frialdad de Xi y el resto de los asistentes, fue una clara advertencia para quien trate de oponer una mínima disidencia a su poder absoluto.

Más allá de las conclusiones programáticas del congreso, el mensaje más nítido fue la composición del Comité Permanente del que han salido los miembros que podían tener alguna idea propia y se configura con miembros del aparato del partido de obediencia demostrada a su líder. Por tanto, si alguien tenía alguna duda, el futuro de China y de sus relaciones internacionales lo marcará Xi Jinping.

Algunos de sus rasgos biográficos pueden ayudar a situar al personaje. Xi era hijo de un pionero revolucionario, que evolucionó hacia el reformismo económico y la apertura internacional de China. Él tuvo una larga y gris experiencia política, y cuando ascendió al poder en 2012 se esperaba que siguiese con el reformismo de su padre y de sus predecesores en el partido. Sin embargo, su percepción de que el proceso reformista había llevado al ascenso social y al poder a nuevos millonarios y directivos de grandes empresas en detrimento del poder del partido, a la vez que se acentuaba la competencia con el mundo occidental, y teniendo presente la historia del fracaso de la Unión Soviética, optó por restaurar el papel central del partido en la sociedad y aumentar la influencia de China en el mundo. Para ello, acumuló más poder, purgó a centenares de altos cargos, investigó a 4,6 millones de funcionarios por corrupción, y le dio poderes a comités del partido en empresas públicas, barrios y en la supervisión de los ministerios.

En el ámbito internacional, frente a una larga etapa desde el inicio de las reformas económicas en las que el poder político de China no se mostró interesado por su influencia internacional, Xi Jinping ha tratado de recuperar para China el papel de gran potencia mundial y cambiar el orden internacional impuesto por Occidente, lo que se concreta en un multilateralismo económico sin interferencias de los estados y las instituciones internacionales en los asuntos internos de los países. Es decir, un orden internacional centrado en la relación entre los estados, y en el que los derechos humanos y libertades individuales sean responsabilidad interna de le las naciones e interpretados según sus características y necesidades específicas.

El ejercicio de gran potencia mundial lo trata de desarrollar a través de inversiones e infraestructuras en otros países con los que establece lazos económicos y genera potencialmente dependencia tecnológica o comercial, especialmente con el Gran Sur, países en desarrollo en los que China está teniendo una creciente presencia económica y a los que trata de servir de modelo de desarrollo sin los condicionamientos morales y políticos que tratan de imponer las democracias occidentales.

Sin embargo, las redes de relaciones internacionales de China son menos densas que las que tienen los países desarrollados, su capacidad militar muy inferior a la de EEUU y la OTAN, los vínculos con Rusia le están generando una desconfianza creciente como socio no seguro y la dependencia comercial y tecnológica con EEUU y Europa es muy determinante para China, por lo que previsiblemente evitará el desacople y la confrontación con Occidente a corto plazo, pero perseverará en su aspiración de gran potencia y de cambiar el orden internacional en un sentido muy diferente al de las democracias liberales.

Los chinos siguen siendo amantes de la tradición e inspirándose en su pasado glorioso para afrontar el futuro. Una tradición en la que el gradualismo y la perseverancia son normas acendradas para la consecución de los objetivos. Son conocidas las orientaciones de Sun Tzu, estratega militar de la dinastía Tang, que aconseja en El arte de la guerra eludir la batalla hasta que haya seguridad de ganarla, evitar riesgos, amedrentar al enemigo y desgastarlo con paciencia.

La reconfiguración del orden internacional es inevitable y será como una larga y compleja partida de ajedrez en la que los países democráticos deberán preservar sus valores e intereses actuando con ponderación, inteligencia y coordinación.

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