La tribuna

Los Venerables y Abengoa

Los Venerables y Abengoa
Julián Aguilar García
- Abogado

Antes de verano saltaba a los medios la noticia de que el Arzobispado de Sevilla iba a destinar el Hospital de los Venerables a Museo Diocesano, Catedralicio o como termine denominándose. Una gran idea –aunque lo que a mí me parezca no tiene la menor importancia, lo relevante es lo que le parezca al Arzobispado y al Cabildo Catedral–, porque así se consiguen dos fines encomiables. Uno, exponer parte del patrimonio artístico de la Catedral que en ésta no pueden conocer los aficionados por falta de espacio para ello. Otro, dotar a este magnífico edificio de un propósito, de una utilidad, para que no acabe convirtiéndose antes o después en otro Hotel Los Seises –podría ser peor– o en vaya usted a saber qué.

Sin embargo, leyendo esa noticia, eché de menos –con alguna excepción– una referencia más o menos agradecida a Abengoa. En la mayor parte de artículos que se hacían eco de esa decisión episcopal y del Cabildo ni se mencionaba a dicha empresa. No sé si es un ejemplo del clásico vae victis, esa condena adicional que sufren los caídos, de cuyo árbol se hace leña pero a los que no se reconoce nada. Como quien suscribe no se llama Benjumea ni tengo ningún beneficio escribiendo estas líneas, me permito protestar suavemente por esa omisión.

El edificio de Los Venerables se construyó inicialmente, a fines del XVII, para albergar a sacerdotes mayores que no tuvieran mejor sitio donde pasar sus últimos días. Un mal tan frecuente hoy, el de la soledad de nuestros ancianos, como en el Barroco, si no más, por cierto. Pasó por diversas vicisitudes y se hallaba en un estado deplorable, languideciendo, sin apenas uso cuando, si no me equivoco en 1987, el Arzobispado y Abengoa suscribieron un acuerdo. La Fundación de Abengoa, Focus, con dinero aportado por la empresa en detrimento económico de sus socios y por la mera convicción de éstos, invirtió una cantidad ingente de dinero en arreglarlo. Años de obras hasta que el edificio pudo abrirse al público y ponerse a disposición de los sevillanos (a los que primordialmente estaba destinada la Fundación, cuyo nombre es el acrónimo de Fundación Fondo de Cultura de Sevilla) y de sus visitantes.

Desde entonces, Los Venerables fue el centro de una actividad cultural intensa y extensa. Reunió y conservó una fantástica colección de estampas de Sevilla para su estudio por especialistas. Organizó exposiciones de pintura de primerísimo nivel. Convocó y dotó premios de pintura, de tesis doctorales, de mil cosas más. Consiguió celebrar ciclos de conciertos de órgano y conferencias sin parangón. Editó abundantes libros de gran formato y mayor calidad. Trajo a Sevilla, de nuevo, cuadros que salieron de la ciudad por la rapiña francesa u otras razones, sea para exposiciones temporales o, como en el caso de algún Velázquez y otros, invirtiendo millones de euros. Y casi todas las actividades eran de acceso gratuito.

Como fui beneficiario de la gran actividad de Focus-Abengoa, me apetecía romper esta modesta lanza.

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