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Morón tiene cuerda para rato

Morón tiene cuerda para rato
J. Bernabéu / Sevilla

31 de julio 2009 - 05:01

"Probablemente, Morón de la Frontera sea el pueblo de Andalucía donde más guitarras flamencas existan por metro cuadrado". Esta categórica afirmación la hace Paco Delgado, El Leri, natural del pueblo de El Gallo, buen conocedor de los trastes de la sonanta, y gran valedor de los toques 'a cuerda pelá' que inventó para siempre Diego del Gastor. En la reunión, además de Paco, se sienta otro guitarrista local, Alfonso Clavijo, de mirada sincera; un compás llamado Manuel Flores; David el Galli, todo flamencura; y varios aficionaos de las dos peñas con las que cuenta la localidad, la Tertulia del Gallo y la Peña Montegil.

Todos se enderezan, se yerguen orgullosos cuando suena el nombre de Diego Amaya Flores, el del Gastor, que en realidad era de Arriate, bautizado en Ronda, y feliz vecino de Morón de la Frontera. Alfonso López, aficionao local, defiende que la guitarra siempre ha primado en la localidad como elemento distintivo en el flamenco. El Leri no se queda en Diego, al que venera, sino que cita en el comienzo de la charla a los sobrinos del genial tocaor, Dieguito, Paco o Juan.

Y a partir de ahí, todo se derrama, todo fluye en una de esas conversaciones en torno al flamenco que podían durar tres días, o tres años. Paco El Leri vuelve pronto a Del Gastor, como si tuviese que nombrarlo cada cinco minutos en una reafirmación de su credo de seis cuerdas. "Hay que seguir bebiendo de Diego, pero sería una torpeza quedarnos ahí. Eso sí, es nuestra seña de identidad, y no debemos perderlo".

Llega el momento de filosofar, y el guitarrista da en el clavo. "Si tuviésemos denominación de origen, como los vinos, nunca perderíamos la pureza del toque de Morón". Ahí sale Manuel Flores, gitano cabal, prudente y acompasado hasta en su habla. En torno a esa propuesta de El Leri, el que ha sido palmero de Son de la Frontera apuesta por "mirar siempre atrás, para hacer algo en el presente que tenga sentido en el futuro". Los tres tiempos verbales metidos en compás, justos, medidos y redondos, para definir lo que actualmente hace Morón con el legado de tantos y tantos guirtarristas, de tantos y tantos cantaores, y de no menos bailaores.

Porque "Morón domina las tres vertientes con pureza", afirma Diego Cano, de la Tertulia Flamenca El Gallo, con ese orgullo de quien se sabe conocedor de lo que dice y asevera con rotundidad. Una verdad como un templo. Como el templo de San Miguel.

Allí, en el trazo semilaberíntico que forman las callejas que circundan a la catedral de la Sierra de Sevilla, aún perduran los sones de la guitarra de Diego del Gastor. Por allí vivió el de Arriate, y muy pocas veces salió de esas entrañas moroneras que le hacían sentir para tocar, vivir para escuchar.

En Casa Pepe, taberna de las de antaño de la que sólo queda una placa de recuerdo en una de las esquinas de San Miguel, el creador del toque de Morón veía pasar la vida sin prisas, sin buscar los focos ni la fama. Es más, la torre de San Miguel ha visto pasar a cientos, a miles de peregrinos, sí, peregrinos en busca de Diego para llevarlo a una u otra fiesta, para escuchar la 'cuerda pelá' en cuya desnudez se encierra toda una cátedra de flamencología.

Y el creador, lejos de crecerse, se amarraba los machos a sus ancestros, quizá se acordaba de la humildad de aquel tratante de ganado que fue su padre, y renegaba de todo aquel que llegase faroleando. Incluso a uno de los aficionaos de la reunión que ahora habla de Diego, siendo niño, le daba una peseta para que se volviera por donde había venido, enviado por los señoritos para que se 'trajera' al tocaor.

"Diego dignifica el flamenco en Morón, y eso provoca que salgan más tocaores, más cantaores y más bailaores en esta tierra". Manuel Flores ha vuelto a afinar con sus palabras. Porque desde siempre el manantial brotó. Ahí están el Niño de Morón, Pepe Naranjo y Pepe Mesa, y antes Paco el de Lucena. Luego, Diego, Morilla, Macías, Bartolomé y Bernabé. Y a partir de ahí, el caudal se vuelve más abundante, con una generación, la de El Leri y Clavijo -presentes en el cónclave que habla de flamenco- que cuenta al menos con diez o quince guitarristas de primer nivel, a los que le siguen las nuevas generaciones.

Ahí, para hablar de los que están por llegar, toma el testigo Alfonso Clavijo, que imparte clases de guitarra al margen de su trabajo en la cementera de Alcalá de Guadaíra. "Sigue habiendo mucha afición en Morón, muchos niños de entre diez y quince años aprendiendo a tocar la guitarra". Ahora, aquellas callejas de San Miguel en las que se vivía con lo puesto han cedido el testigo, y es en los barrios más humildes, en el Rancho y el Pantano, donde la guitarra construye sueños con sus acordes.

Pero se vuelve a Diego, que está en cada palabra, en cada lance de la conversación. David el Galli, que empezó tocando la guitarra y canta con Morón por bandera, dice que el toque que creó aquel guitarrista "sabe a copla y es cante, porque a Diego le encantaba el cante y escuchar", y eso lo reflejaba después en los aires y sones que le sacaba a la sonanta.

Y para los que osen a tildar de elemental la técnica de la música flamenca de Morón, Manuel Flores tiene envite firme, "esa manera de interpretar es tan complicada que no se puede copiar". Al igual que El Leri, que solemniza aseverando que, al tocar, "correr es de cobardes", y que "la técnica tiene que estar al servicio de la música, y no al revés". En ese lance remata Alfonso Clavijo, con un símil difícil de encontrar en otro sitio que no sea en la Baja Andalucía. Escuchar el toque despacioso y acompasado de Morón, el de Diego, "es como saborear un buen vino, que no se te ocurre bebértelo de un buche".

Pero tanta gloria, según los contertulios, no está hoy bien aprovechada. Falta la "denominación de origen" que El Leri reclama para Morón. Es necesario preservar y, a la vez, proyectar la universalidad del toque, de la flamencura toda de Morón, que cuenta con feligreses en Japón, en Australia o en Estados Unidos.

Porque a esa fecundidad de artistas de lo jondo que Paco Delgado le atribuye por metro cuadrado a la ciudad del Gallo le falta, según sus propios valedores, "una concreción en propuestas", en actividades y eventos que conviertan a Morón en la provincia de Sevilla lo que Jerez representa en la hermana Cádiz.

Y ahí surgen voces que quieren sumar al Gazpacho más actos, más invitaciones atractivas en forma de talleres de baile, de toque o de cante para que los turistas acudan con algo concreto del arte de Morón para llevarse a la boca.

UN BAILE PARA ENMARCAR

Una manera de enfocar el futuro que entronca con lo que piensa otro hijo y nieto del Morón Flamenco, Pepe Torres, que ha deshecho los paladares de los más críticos cuando ha marcado baile en los escenarios. Nieto de Joselero, y por tanto sobrino nieto de Diego del Gastor, en la mirada de Pepe se condensa toda la gitanería moronera que viene de Tía Anica la de Ronda.

Su danza jonda tiene mucho de telúrica, y nada de artificio. Ver a Pepe en el escenario es paladear a Morón, en lindo mestizaje con la danza gitana más pura, la del Farruco pleno que fue maestro suyo.

Comenta Pepe que él, en el flamenco, "es lo que ha vivido", y que lo demás lo respeta. Esgrime que en lo jondo, su baile es "siempre inspiración y espontaneidad", y que disfruta siempre allá donde va aprendiendo de todos.

Así lo siente alguien que tuvo el flamenco como juego cuando era niño. Porque en Morón, igual que en otros sitios se jugaba al toro, la flamencura regala a los niños esa imaginación preciosa que los conduce a jugar al cante, al baile y al toque.

Un juego que luego se convierte en rito, y que en el baile de entre los del lugar tiene a nombres como los de Jairo Barrull, Juan de Juan, Carmen Lozano, Mercedes de Morón o el propio Pepe Torres, hasta hace poco poniéndole pellizco a los sones del tres cubano de Son de la Frontera.

Fue jugando al flamenco como un día, Pepe, aún siendo niño, se encontró delante de Fernanda en un aparte de una de las ediciones del Gazpacho. La Niña de Utrera se cuadró y empezó a ponerle bulerías al romance de la Reina Mercedes. Pepe, empujado por su sangre, salió a los medios, se marcó su baile, y terminó con su carita en las manos de Fernanda, que le zampó dos besos para celebrarle el arte.

Mañana sábado, la magia cíclica del flamenco volverá por sus pasos. En las tablas del Gazpacho, estará la madre de Pepe, Milagros la Chiquetita, que sin ser profesional, se marcará unos cantecitos. Luego llegará la hora del hijo. Pepe sin aditamentos. Y tendrá que ser, que el uno le busque la cara a la otra para sacarse de las túrdigas un beso franco y de amor diez para celebrar el arte de la madre. Y en ese instante, serán todos sus flamencos, todos los tocaores, cantaores y bailaores del lugar los que besen a su tierra, a Morón, a la de Diego Amaya Flores, que en la ciudad del Gallo les dejó a los suyos cuerda para rato.

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