manolo fossati
El año cultural en Cádiz transcurrió entre dos alientos poéticos, el que perdura de Carlos Edmundo de Ory, el gaditano explosivo que vio como su legado llegaba a su ciudad natal, una herencia de libros pero también de los cachivaches que componen su universo personal que ya es Fundación; y, por el otro lado, la prolongada y fecunda vida de José Manuel Caballero Bonald, el discreto jerezano de voz suave y a la vez resonante, que se mantiene al margen incluso de ese grupo que no para de amigos sanluqueños, y que dio a luz un poemario, Entreguerras, él dice que su último libro.
Por en medio, el inmenso pasado de Cádiz volvió a salir a la luz cuando el Ayuntamiento presentó el estudio científico que se hizo a los restos de un habitante del Gadir fenicio, al que llamó Valentín y que según se deduce pereció a consecuencia de un gran incendio hace unos 2.600 años. Tecnologías como el TAC y los análisis de ADN permitieron conocer mejor cómo vivían esos gaditanos venidos del otro confín mediterráneo y asentados comerciantes.
Discurrió 2011 en busca rápida de este Bicentenario con dolorosos recortes en festivales señeros para esta tierra como el Iberoamericano de Teatro, el Alcances de cine o el de Música Española. Cómo estaría la cosa que el propio Consistorio se vio forzado a suprimir los exitosos conciertos pop latinos en la playa. Pero sí, el valioso Museo de Cádiz, que alberga joyas como los Zurbaranes de la Cartuja de Jerez y (nuevamente los fenicios) los míticos sarcófagos antropoides de mármol, por fin vio su ampliación inaugurada con la apertura de la Casa Pinillos, justo al lado y destinada a ser sede que recoja el esplendor del siglo XVIII, en el que la ciudad se ganó el sobrenombre de Emporio del Orbe.Fue en hora buena.
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