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David Pastor Vico | Filósofo

“Frases como ‘no limites tus sueños’ son una verdadera gilipollez”

  • Divulgador sin complejos y apóstol de la Filosofía, este profesor sevillano de la UNAM está empeñado en sacar a esta disciplina de las catacumbas para que sea asequible a las mayorías

David Pastor Vico, durante la entrevista.

David Pastor Vico, durante la entrevista. / Juan Carlos Vázquez

Con David Pastor Vico nos vemos en el bar de la Estación de San Bernardo. Es imposible no reconocerlo. Alto y corpulento, con una gorra en la que se lee ‘Audax sed cogita’ (sé valiente y piensa), aros en las orejas, riguroso negro, tatuajes y una barba platónica... A sus 46 años, este profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que estudió Filosofía en la Hispalense, ha vuelto a España para terminar de derrotar a un melanoma muy agresivo. Criado en el sevillano barrio de San Diego, cuando charla de Filosofía no huye de la jerga callejera ni de los tacos, pero tampoco se olvida de mencionar a Platón, Aristóteles o Spinoza como si fuesen unos colegas más de la pandilla. En México congrega a miles de personas para oírle hablar y, según afirma, es el autor que más libros de filosofía vende por aquellas tierras. En España lo hemos podido ver en los programas de televisión de Manu Sánchez o Sonsoles Ónega y fue director de Factor Humano, jornadas de alta cultura que organizaba la Universidad de Sevilla y que la crisis se llevó por delante. Ahora acaba de llegar a las librerías su nuevo libro, ‘Ética para desconfiados. Filosofía esencial para sobrevivir en este mundo hostil’ (Ariel). Está especializado en Ética de la Comunicación.

–Voy a decir una tontería: no tiene usted pinta de filósofo, sino de motero.

–Es verdad que los filósofos de hoy en día parecen un poco timoratos, pero no así los de la Antigüedad y otros momentos históricas. Platón se llama así por sus anchas espaldas y Spinoza tenía tatuajes como yo. En todos los grabados que se conservan, Shakespeare lleva pendientes y Descartes el pelo largo. El aspecto del filósofo de hoy en día es muy allegado a la figura del profesor, pero no siempre ha sido así. Más histriónico que Diógenes el Perro no se podía ser y Epicuro siempre estuvo marcado como raro. El aspecto hace al personaje y me acerca mucho a mi público.

–Criado en el sevillano barrio de San Diego...

–Sí señor. Entre San Diego y Pino Montano. Estudié en el Hermanos Machado, en el Juan de Mairena... Ahí me hice, siempre en la educación pública. En mi época, a San Diego le llamábamos barrio obrero. Ahora dicen que es de clase media, lo cual no deja de hacerme gracia, porque la mitad de los vecinos están jubilados de un trabajo de obrero.

–Y ha estado 10 años viviendo en México.

–En Sevilla trabajaba para la Universidad y organizaba encuentros culturales de alto nivel, como Factor Humano o Morfología del Humor. Un día, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se fijó en mí. Empecé dando conferencias y en una de esas me hicieron una oferta. No me costó, porque entre otras cosas mi mujer es mexicana. Acabé siendo el director de Comunicación Social del Deporte de la UNAM. Eso no es una tontería, porque tiene 380.000 alumnos y allí todos los deportistas de élite salen de la universidad.

A la autoayuda le interesa que te hagas dependiente de la propia autoayuda

–El modelo norteamericano.

–Exacto. Para que se haga una idea, Hugo Sánchez fue entrenador de los Pumas de la UNAM.

–¿Y por qué regresó?

–Porque no me podía pagar el tratamiento para un cáncer. Tuve un melanoma muy agresivo. Me salvé por los pelos, pero cuando tocaba empezar con la inmunoterapia me di cuenta de que hay días que no gano medio millón de dólares para pagarme un tratamiento. En España estoy en un ensayo clínico magnífico en el Hospital Macarena. Sigo manteniendo mi plaza de profesor de la UNAM gracias a las nuevas tecnologías. Yo no quería volver a España todavía. De hecho soy el autor que vende más libros de filosofía de México. Mis obras se reimprimen cada tres o cuatro meses. Tuve que volver para salvarme.

–¿Se siente un resucitado?

–Me siento un afortunado. Resucitado, cuando salí del quirófano.

–Leyéndolo se nota que su principal influencia es la filosofía griega.

–Los griegos tenían una visión de la filosofía que, desgraciadamente, se ha perdido. Ellos dividían la disciplina en dos ramas: la de la Naturaleza, que era la antigua ciencia, y la ética, que es la filosofía que cura, que sana, que te enseña a vivir bien. Muchas de sus corrientes filosóficas (los escépticos, los cínicos, los estoicos, el epicureísmo) son para curar la ansiedad de la sociedad. Son un arte del vivir bien.

–¿Esa ansiedad viene de la conciencia que tenemos de la muerte?

–Ojalá que fuese un solo factor, porque sería sencillo acabar con el problema. De hecho, Epicuro ya solucionó el asunto. Nos dijo que preocuparse por la muerte es una estupidez, porque cuando estás vivo la muerte no está presente y, cuando la muerte está presente, nosotros ya estamos muertos y ¿para qué te vas a preocupar? Así que no nos damos ni cuenta. Es de gilipollas darle demasiadas vueltas al asunto. El problema de la ansiedad de la sociedad no es la conciencia de la muerte, sino el desconocimiento que tenemos las personas de nosotros mismos.

–Y hemos llegado al famoso “conócete a ti mismo”.

–En la actualidad hemos prostituido mucho el verdadero significado de este tipo de frases. Ocurre también con el mens sana in corpore sano. Parece un lema de cualquier gimnasio mojonero. Pero es un verso de una sátira de Juvenal que lo único que quiere decir es que uno se debe dar por satisfecho si los dioses te han dado un cuerpo sano y una mente sana.

Los seres humanos tenemos un cerebro muy defectuoso que nos engaña constantemente

–¿Y el “conócete a ti mismo?

–Todo el mundo cree que es una frase del autoconocimiento desde el yo. Esta equivocación ya sucedía desde la antigüedad y tuvo que ser el propio Aristóteles el que nos dijese que el significado de la máxima es que hay que averiguar en qué cosas somos buenos y en cuáles somos malos para así ayudar a la sociedad. El autoconocimiento no puede ser un ejercicio de introspección. Una persona sola no puede saber lo que es y lo que siente. Necesita verlo en los demás, comparar.

–Hoy en día vemos que surgen muchas corrientes espirituales y de meditación para evitar la ansiedad.

–Casi todas las recetas ya las daban los griegos: no hagas gastos superfluos, no te endeudes, come sano... Pero decían algo más que no te dice hoy la autoayuda: no estés solo, ten amigos, comparte con los demás. La autoayuda no te dice eso porque lo que le interesa es que te hagas dependiente de la propia autoayuda. Frases como “deséalo muy fuerte que el cosmos te lo dará”, “sé tu mismo” o “no limites tus sueños” son una verdadera gilipollez”. Yo nunca podré cumplir mi sueño de ser astronauta por la sencilla razón de que no se diseñan cabinas de naves ni se hacen trajes espaciales para gente de dos metros de altura. Por mucho que lo sueñe no lo voy a conseguir.

–La ciencia ha demostrado que el hombre es una realidad cambiante.

–Cada ocho años cambiamos completamente todas las células. Heráclito tenía razón: nunca te bañarás dos veces en el mismo río. Te parecerá el mismo, pero ni el cauce, ni el agua ni tú mismo serán los mismos de ayer. El problema es que los seres humanos no somos conscientes de estos cambios, en gran medida porque tenemos un cerebro muy defectuoso que nos engaña constantemente. Cualquiera amigo le dirá que él “es el de siempre”, pero no es cierto.

–Usted le da importancia al antiguo significado de la palabra “idiota”. ¿Qué era para los griegos un idiota?

–Era una palabra muy dura en el sentido político. Un idiota era aquel ciudadano que solo se preocupaba de sí mismo y no tenía en cuenta los problemas de los demás ni participaba en su solución. Es Aristóteles fundamentalmente el que nos recuerda que somos animales políticos. Por tanto, el verdadero “conócete a ti mismo” lo que nos ayuda es a trabajar con los demás para hacer un mundo mejor, o sea, para ser más felices. El idiota lo que suele hacer es fastidiar a los que están trabajando por un mundo mejor. El idiota no sólo es un egoísta, sino alguien que nos hace daño a todos.

–Su nuevo libro se titula ‘Ética para desconfiados’. ¿La desconfianza es una virtud o un defecto?

–Es un defecto mortal. Adela Cortina nos explica que la confianza es el tejido básico para la ética. Sin confianza no hay posibilidad de vida social. El problema es que estamos educando a nuestros hijos en la desconfianza por una mala percepción social. No es verdad que este mundo sea peor que antes. Yo me crié en los años ochenta en San Diego y Pino Montano, con drogatas por todos lados, agujas con sida en los parques, gente pegando tirones... Pero me crié en el precepto de confiar en mis vecinos y mis profesores. Entre todos nos cuidábamos. Mis padres nunca me llevaron al colegio. Cuando tuve seis años y estaba en primero de EGB me dijeron: “ahí está la puerta”.

–¿Y ahora?

–Le hemos dicho a los niños: “no mires a nadie, no hables con nadie, no confíes en nadie.” ¿Pero por qué? Los niveles de seguridad en España son más altos que nunca. Hace dos años tuvimos menos de 300 asesinatos en el país, cuando en México esta cantidad asciende a 40.000 . La desconfianza está dinamitando las posibilidades de convivir con los demás. Al final lo que tenemos son chavales sin amigos, sin herramientas sociales, sin juicio crítico, a los que todo les sorprende y les molesta. No sólo son desconfiados, sino además inútiles.

La desconfianza está dinamitando las posibilidades de convivir con los demás

–Usted habla mucho del pensamiento crítico, pero ¿exactamente en qué consiste?

–Desde luego no es criticar por criticar. Es un ejercicio filosófico que puede hacer cualquiera aunque no sea filósofo, siempre que tenga unas bases mínimas. Parafraseando a mi amigo José Carlos Ruiz, el pensamiento crítico no es pasar el mundo por la realidad de tu pensamiento nada más. Lo normal es que el ser humano vea el mundo sólo a través de sus ojos. Si ha tenido una vida fácil, para él no tiene sentido la existencia del que la ha tenido difícil. Cree que los pobres lo son porque quieren. El pensamiento crítico es entender el mundo por el tamiz de tu pensamiento, pero poniéndote en los zapatos de los otros. El que practica piensa: “y ese pobre que está ahí cómo ha llegado a esa situación, cuál es su origen, cuál era su familia, cómo ha llegado a encontrarse en esa situación...” En una sociedad desconfiada, en la que ni siquiera sabemos cómo se llama el vecino, es difícil que se entienda esto. El pensamiento crítico surge en el contacto entre lo que piensa el otro y lo que piensas tú. Es lo que Eugenio Trías llamó el “limes” (el límite), que al igual que el limes romano no es una raya en el suelo, sino una franja de terreno.

–Una frontera.

–Exacto y en el límite es donde se dan siempre los grandes avances culturales, porque se permite la entrada de unos y otros, se comparte un espacio sin degollarse y se producen los préstamos. El pensamiento crítico consiste en encontrar ese espacio de posibilidad. Y ahí incluimos palabras como respeto, comprensión, tolerancia...

–Hablemos de la libertad. La existencia o no del libre albedrío es un viejo debate en la humanidad. Hoy en día muchos científicos apuntan a la imposibilidad de la libertad. ¿Qué opina?

–Si hablamos en términos grandes la libertad nunca va a ser posible. La libertad, como la mayor parte de la gente la piensa, es un recurso literario. Ser libre es muy difícil en una sociedad moralista en la que tus libertades están coaccionadas por las leyes. Yo me guío por el concepto de la libertad que nos da Emilio Lleó, al que defino como uno de esos griegos clásicos que todavía están vivos. Para él la libertad es posibilidad, aquello que se puede dar o no, no es un campo abierto. Pero esa posibilidad se estrecha o se agranda según aprendemos y conocemos o nos mantenemos en el desconocimiento. A más desconocimiento más se estrecha nuestra libertad, más pequeña es, más hacemos lo que nos digan que hagamos. Y viceversa. La libertad es saber y saberte.

Si seguimos escribiendo libros que no entiende nadie, los filósofos acabaremos siendo pájaros disecados

–Usted también defiende la necesidad de la autosuficiencia. ¿Es posible?

–Sí, siempre que no la entendemos como algo material, como una autarquía. Siempre hay que tener en cuenta lo que puedes y no puedes hacer, ser consciente de tus límites. ¿Yo puedo ser austronauta? No, por lo que dijimos antes. ¿Puedo ser el español que vende más libros de Filosofía en México? Sí. Ser autosuficiente es saberte suficiente para llegar a tus metas, pero no poner el balón donde no vamos a poder llegar, como pasa tantas veces.

–Es decir, que la autosuficiencia está íntimamente ligada al conócete a ti mismo.

–Por supuesto, toda mi filosofía es de círculos concéntricos, no se puede entender una parte si no conoces la otra.

–No podemos cerrar sin hablar del debate que hay sobre la enseñanza de la Filosofía en colegios e institutos. Cada vez está más arrinconada.

–La reivindicación de la enseñanza de la Filosofía es muchas veces una hipocresía. Cuando los profesores de Filosofía hacen ese tipo de reclamaciones lo suelen hacer casi desde la comodidad de un despacho universitario. Y, sin embargo, a los divulgadores siempre nos ponen el dedo encima. Si sales en la tele, como hago yo con Sonsoles Ónega o Pepe da Rosa, empiezan a señalarte. Yo salí un año y medio todas las semanas con Manu Sánchez. Eso tuvo su importancia y el entonces decano de la Facultad de Filosofía de Sevilla, Manuel Barrios, me dijo que las matrículas en la disciplina habían subido un 40% en toda Andalucía gracias a esas apariciones (en el resto de España bajaron). Gentes como Fernando Savater, en México, cobran por sus conferencias una auténtica barbaridad. Como si fuesen estrellas de rock, los llevan en limusina por todas partes. Son queridos y mimados. Y aquí, si eres un divulgador, dicen que no eres un filósofo. Mientras más exposición tenga el filosófo, como la ha tenido en toda la historia, más vamos a entender el papel de la filosofía en la vida cotidiana, y a nadie se le va a ocurrir quitarla del Bachillerato. Pero si seguimos escondidos escribiendo libros que no entiende nadie y publicando artículos en revistitas para ganar puntos en la Aneca, terminaremos siendo pájaros disecados en un museo de ciencias naturales. Hay que salir a la calle. Punto pelota.

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