Eduardo del Campo | Periodista
“Alfonso Rojo me prestó el dinero para poder seguir en Afganistán”
Rafael Ruibérriz de Torres | Músico y gestor cultural
Aparece Rafael Ruibérriz de Torres (Sevilla, 1983) en la terraza del Nuria con su perra, una bonita y tranquila braco de Weimar que lo acompaña incluso en sus giras y que es la protagonista de la portada de su disco ‘Boccherini: Complete Flute Quintets’. Ruibérriz es uno de esos músicos que han protagonizado el gran ‘boom’ que desde hace unos treinta años ha experimentado la música antigua en Sevilla. Empezó de niño seise y, al acabar el conservatorio, se especializó en flautas históricas en el Koninklijk Conservatorium de La Haya (Holanda). En el Royal College of Music de Londres estudió con Lisa Beznosiuk. A la vuelta a Sevilla dirigió la Banda del Sol y, aunque hoy en día es flautista de la Orquesta Barroca de Sevilla, su labor ha ido más allá, tocando también repertorios de los siglos XIX y XX. Como gestor cultural –“casi el 50% de mi actividad profesional”– trabaja con la Asociación de Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla y es el coordinador del circuito Turina –del que es un especialista– que ha montado el Ayuntamiento de Sevilla para conmemorar el 75 aniversario de la muerte del gran compositor. De su discografía destacamos ‘Luis Misón: The five Sevillian Flute Sonatas’, ‘Haydn: Las Siete Palabras. Versión de 1840 para flauta y cuarteto de cuerda de Francisco Asenjo Barbieri (libreto en español)’ y ‘A medianoche. Música en las cofradías de Sevilla en el entorno de Joaquín Turina’.
Pregunta.–¿Cómo se llama la perra?
Respuesta.–Telma.
P.–Curioso nombre.
R.–Es por el puente de San Telmo. Lo construyó mi tatarabuelo, Manuel Távora, con José Entrecanales. Para mi familia siempre ha sido un puente emblemático. Incluso tuvimos un grupo de música familiar que se llamaba San Telmo.
P.–Me cuentan que usted fue niño seise. Explíquese.
R.–Fue mi primer contacto con la música. Yo era alumno de Portaceli y en un momento determinado el colegio se convirtió en la cantera de los seises. A mí me parece un error coger niños de un solo colegio. Hace unos tres años, estuve con la Orquesta Barroca de Sevilla haciendo una gira por Alemania con el Oratorio de Navidad de Bach. Con nosotros venía una escolanía alemana que era impresionante, con una disciplina y una formación vocal fuera de serie. Pensé que en Sevilla se podría hacer perfectamente. Pero para eso no hay que pescar en un solo colegio, sino hacerlo en toda Sevilla. A cualquier niño le encantaría ser seise, bien bailando o bien en el coro.
P.–¿Y cómo le dio por entrar en el conservatorio?
R.–Un poco incitado por el mundo de la Semana Santa. Yo de chico fui muy capillita, como mi padre. Las bandas de música me llamaban mucho la atención. Empecé en el conservatorio de Triana.
P.–¿Pero tenía tradición familiar?
R.–Mi padre es muy melómano y toca instrumentos de púa, de rondalla..., bastante bien. Tiene un oído mejor que el mío. Su madre, como tantas señoritas de antes, tocaba el piano. Además, muchos de mis primos tocan instrumentos y a veces nos juntamos para hacer conciertos familiares.
P.–Su instrumento es la flauta, uno de los más antiguos que existen.
R.–Hay flautas prehistóricas hechas con palos, huesos... Yo suelo hacer exposiciones en todos los conservatorios de España explicando la evolución del instrumento, porque tengo una buena colección de flautas históricas. Una de las cosas que explico es que a partir de los años 30 del siglo XIX la flauta dejó de evolucionar, porque digamos que llegó a la perfección. Sobre todo evolucionó en el siglo XVIII.
La Orquesta Barroca debería tener más apoyo. Llevamos el nombre de Sevilla por bandera
P.–Alguna vez he escuchado a alguien decir que la flauta es como el perejil, no se puede abusar de él. Defiéndase.
R.–Mozart escribió una carta a su padre diciéndole que detestaba la flauta. Estaba enfadado porque un comerciante holandés le había encargado unas composiciones de flauta y no le había pagado lo convenido. Pero lo cierto es que Mozart escribió páginas para flauta memorables.
P.–¿Ser músico en Sevilla es llorar?
R.–Hay circuitos semiprofesionales (actos, bodas, etc.) en los que se puede ganar mucho dinero. Pero lo importante es acceder al circuito profesional. Eso solo se consigue con mucho tesón y con alguien que te lleve de la mano. En mi caso fue la Orquesta Barroca de Sevilla, que contó conmigo desde que volví de mis estudios en el extranjero.
P.–La fundación de la Barroca, premio nacional de música, ha sido uno de los grandes acontecimientos culturales en la ciudad de las últimas décadas.
R.–Absolutamente. Es un trabajo impresionante y tiene un nombre: Ventura Rico. Ha conseguido su espacio, pero debería tener más apoyo de las instituciones. El presupuesto que le dedica el Ayuntamiento no se corresponde con la relevancia que tiene. Es la orquesta sevillana y española que está más representada en los festivales nacionales. Llevamos el nombre de Sevilla por bandera. Tenemos una discografía brutal y hemos traído a la ciudad directores y solistas internacionales excepcionales.
P.–En sus inicios estuvo muy vinculado a la Banda del Sol.
R.–Empecé como músico, pero el regreso de mis estudios en Holanda coincidió con el cese del director anterior y me tocó coger la batuta. Dirigí la banda durante siete años. El problema de las bandas de Sevilla es que están contaminadas por un exceso de música procesional. Eso se debe quizás a los lanzamientos discográficos de los años 80 y 90, con repertorios muy parecidos. Ahora, el boom cofradiero también está haciendo mucho daño, porque provoca que las bandas civiles solo toquen música procesional. Estas bandas se crearon en muchos casos ligadas a sociedades filarmónicas para que ofreciesen música de todo tipo, no solo religiosa. El Ayuntamiento desaprovecha todas las bandas que hay en la ciudad y la provincia para hacer un circuito y llevar música de todo tipo a los barrios: clásica, de cine... En mis años de la Banda del Sol hicimos programas preciosos. Incluso grabamos un disco centrado en la figura de Turina, donde incluíamos las dos únicas piezas que el compositor hizo para bandas: una marcha militar que tuve que reconstruir y una marcha fúnebre al Señor de Pasión. Desde el siglo XIX las bandas tocan en las plazas, que es la misión principal de las bandas de Despeñaperros para arriba. Son estructuras estupendas para difundir la música. Aquí solo tocan en las procesiones.
P.–Ya que ha salido el nombre de Turina, usted es el coordinador del circuito organizado por el Ayuntamiento para conmemorar el 75 aniversario del fallecimiento del compositor. Turina es uno de los grandes músicos que ha dado Sevilla
R.–Y España.
P.–¿Y está reconocido como tal?
R.–En el mundo y España, sí; en Sevilla, no. No tiene calle, plaza, ni una escultura, pese a que es un músico importantísimo. Hoy, probablemente, se esté programando música de Turina en Australia, Singapur o Canadá. Indiscutiblemente es nuestro compositor por excelencia, junto a los renacentistas Cristóbal Morales y Francisco Guerrero. Toda su música de piano, de cámara y sinfónica se ha grabado integralmente varias veces. Se sigue tocando muchísimo. Aquí apenas hay un colegio y un centro cultural en su memoria... Y el Ayuntamiento dejó de apoyar el festival que llevaba su nombre. Me alegro de que, ahora, se haya comprometido con el 75 aniversario.
El Ayuntamiento desaprovecha todas las bandas que hay en la ciudad para llevar la música a los barrios
P.–Cómo surgió el proyecto.
R.–Le propuse a Fernando Mañes, director de programación del ICAS, recuperar la música religiosa de Turina, que sobre todo incluye sus composiciones para la hermandad de Pasión, de la que era hermano y superdevoto. Mañes me dijo que sí, pero que también hiciésemos algo más amplio y relevante. Todas las instituciones musicales principales de Sevilla se han implicado y programarán al menos una pieza de Turina en lo que queda de año y los primeros días de enero. Serán casi cuarenta piezas en más de veinte conciertos y se han involucrado desde el Maestranza a las Juventudes Musicales, pasando por el Círculo de Labradores... todas las instituciones que tienen una programación musical en la ciudad se han sumado. Pero el más relevante de todos será el que ha organizado el propio Ayuntamiento en el Salvador, con la colaboración estrecha de la hermandad de Pasión y, especialmente, de su hermano mayor, Juan Pablo Fernández Borrero. El concierto, que será el 27 de noviembre, estará centrado en la música religiosa de Turina y, entre otras piezas, se reestrenará la misa que escribió para Pasión, que lleva décadas sin escucharse. Después grabaremos toda esa música. Espero que la discográfica con la que trabajo la quiera editar.
P.–¿Por qué es tan importante Turina?
R.–Porque, junto a Granados, Albéniz y Falla, es la gran base del nacionalismo musical español, que ha imprimido un carácter a la música española que sigue vivo. Por ejemplo, las marchas procesionales son lo que son hoy en día gracias a estos músicos, especialmente Turina.
P.–Otro músico sobre el que ha grabado un disco es Luis Misón. ¿Quién era?
R.–Fue el mejor flautista que hubo en España en el siglo XVIII. Era catalán, de Mataró, pero pronto se mudó a Madrid. Ahora, debido a la gran cantidad de conservatorios que existen, hay músicos por todas partes, pero antes eran tres o cuatro clanes familiares los que se dedicaban a esto. La prueba de la valía de Misón es que en la orquesta del Palacio Real, en la Real Capilla, siempre había cuatro flautas que tocaban también el oboe. Pero, algo insólito, crearon una quinta plaza para él, pese a ser muy joven. Hay crónicas de lo bien que tocaba. Además, fue un gran compositor del género de la tonadilla escénica, que era exclusivo de España. Eran microóperas con la temática propia del costumbrismo: el majo, la maja, el torero, el gitano...
P.–Pero lo curioso del disco de Misón que usted ha grabado es que recoge sus cinco sonatas sevillanas para flauta.
R.–Estas cinco sonatas aparecieron en el palacio de la Condesa de Lebrija. Lo encontraron dos profesoras de la Universidad de Sevilla que estaban haciendo un estudio de la correspondencia de Regla Manjón, condesa de Lebrija. Casualmente una de estas profesoras tenía un hermano, Juan Miguel Illán, que trabajaba en una de las instituciones que se dedican a la recuperación del repertorio musical español, el Instituto Complutense de Ciencias Musicales (Iccmu), que editó las partituras. Me concedieron el privilegio de ser la primera persona en poder grabar este repertorio. Lo hemos tocado en el Palacio Real, en Mataró, en Cádiz, en el Femás, en Utrecht... en muchos sitios.
P.–Otro de sus discos importantes es el dedicado a Boccherini.
R.–Después de Mozart y Haydn es el tercer grande del clasicismo musical. Y, pese a su nacimiento italiano, podemos considerarlo español. Desde luego, sus mujeres fueron españolas y su descendencia también. Ese disco contiene la integral de quintetos para flauta y cuarteto de cuerda de Boccherini. Todo lo escribió en España y se nota la influencia del fandango o la seguidilla.
En el circuito de Turina se han implicado todas las instituciones que tienen programación musical en Sevilla
P.–Boccherini trabajó mucho tiempo en un palacio apartado de la corte, a sueldo de un personaje muy desconocido para el gran público y gran mecenas de las artes, el infante Luis Antonio Jaime de Borbón y Farnesio, hijo de Felipe V y hermano de Carlos III.
R.–Su palacio, en Arenas de San Pedro, es muy curioso, porque está inconcluso. Terminó en aquel pueblo desterrado por su matrimonio morganático con Teresa de Vallabriga.
P.–Y no podemos terminar la entrevista sin hablar de su grabación de Las Siete Palabras que compuso Haydn para la Santa Cueva de Cádiz.
R.–Es la versión que de esta obra hizo muy jovencito Barbieri, sin duda el principal compositor del romanticismo español, precursor de la zarzuela. Es una versión para flauta y cuarteto de cuerda. Hay muchísimas versiones de Las Siete Palabras de Haynd, pero hasta hace poco no se sabía que, en la Biblioteca Nacional de España, existía esta para cuarteto con una quinta parte de flauta. El problema es que estaba mal catalogada. El error lo descubrió el musicólogo gaditano, Javier Orellano. Me avisó y la grabamos. Es lo mejor del romanticismo español para flauta. Todos mis discos son música inédita, que nunca se ha grabado. Todos han sido regalos caídos del cielo.
P.–¿Algún otro músico sevillano del que debiéramos hablar?
R.–Ahora se está recuperando muchas obras de Font de Anta. El problema que tuvo fue que se dedicó sobre todo a los cuplés, que entonces daban mucho dinero.
P.–También compuso marchas procesionales legendarias, como ‘Amargura’ o ‘Soleá dame la mano’.
R.–Pero de eso no se comía. De los cuplés sí. Ahora, los trabajos de investigación están demostrando que su música de cámara y orquestal es increíble. Es música del calibre de Turina. Por decirlo de alguna manera, hay que redescubrir la faceta más seria de Font de Anta.
P.–Hace ya una décadas hubo todo un boom de la música antigua en Sevilla. ¿Sigue esta pujanza?
R.–No quiero barrer para casa, pero el hecho de que la Asociación de Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla, de la que soy gestor cultural, tenga en la actualidad 1.061 socios dice mucho. Es un cúmulo de muchas cosas: el trabajo de Ventura Rico, el que se hayan creado departamentos de música antigua en los conservatorios, el Festival de Música Antigua (FeMÁS), grupos como la Accademia del Piacere o la aparición de muy buenos solistas...
P.–¿Qué destaca de la labor de la Asociación de Amigos de la Orquesta Barroca?
R.–Hemos puesto en marcha una beca para estudios en el extranjero, hemos creado la Academia de la Orquesta, el pre-FeMÁS, con conciertos enfocado para estudiantes y grupos amateurs... La cantidad de músicos amateurs de música antigua que hay en Sevilla es enorme, y eso es gracias a ese boom del que hablábamos antes.
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