Miguel Polaino-Orts | Profesor de Derecho Penal y bibliófilo

“Lo mejor de la ley del ‘solo sí es sí’ es la reducción de las penas”

  • Pertenece a la Sevilla secreta, culta y sorprendente

  • Es un consumado penalista, un profundo conocedor del exilio republicano y un investigador de las relaciones entre la literatura y el Derecho

Miguel Polaino-Orts, en su casa.

Miguel Polaino-Orts, en su casa. / Juan Carlos Muñoz

Cuando alguien entra en el piso de Miguel Polaino-Orts lo primero que percibe es que está en una “casa-libro”, como él mismo la denomina. Apenas muebles, los imprescindibles, y unos anaqueles que cubren al completo las altas paredes y que contienen los preciados tesoros que Polaino-Orts enseña con orgullo y devoción: primeras ediciones y volúmenes dedicados de Kant, Lorca, Bergamín, Rubén Darío, Alberti, cartas de Unamuno, Cernuda... Una especie de jardín bibliófilo que su dueño cultiva con esmero de fraile. Pero Miguel Polaino-Orts es mucho más que un coleccionista y amante de los libros. Es un gran penalista, un investigador de las relaciones entre el Derecho y la literatura, profesor titular de Derecho Penal en la Universidad de Sevilla, discípulo del gran jurista alemán Günther Jakobs, conferenciante internacional y viajero... Es también un gran conocedor de la historia y obra del exilio republicano español en México, país al que tiene devoción y al que ha viajado, por motivos profesionales y sentimentales, más de cincuenta veces. Gracias a él, las tumbas de Cernuda, Emilio Prados y Remedios Varo se mantienen con dignidad. De su amplia obra destacamos ‘Cometer delitos con palabras’, ‘Delitos de organización: un desafío al Estado’ o ‘Cervantes, Wilde, Azorín. Cinco estudios de Derecho penal y literatura’. Fue Vicedecano de Relaciones Institucionales de la Facultad de Derecho (2020-2022) y, próximamente, tomará posesión del cargo de Vicedecano de Internacionalización.

–Buena biblioteca, tanto en calidad como en cantidad.

–Aquí tengo unos 10.000 libros, algunos heredados de mi abuelo, Lorenzo Polaino Ortega, que fue alumno en Baeza de Antonio Machado, un hombre culto y humanista que, entre sus muchos méritos, tiene libros como El Derecho Procesal en el Libro del buen amor, Valores humanos del Mio Cid o La delincuencia en la Picaresca. Mereció el elogio del maestro Menéndez Pidal. Fue una figura importante en mi formación. Por mi parte, yo he hecho una buena biblioteca literaria. Con libros del Siglo de Oro, como la primera edición de Isidro: poema castellano, de Lope de Vega, o del siglo XVIII, como la primera edición del Quijote del impresor Ibarra, con unos grabados estupendos. Decía Francisco Rico que era probablemente el mejor libro editado en España en el XVIII. Para hacerlo se llegaron a crear nuevos tipos de impresión. Incluso rechazaron los grabados de Goya.

–¿Y su última adquisición?

–Una carta manuscrita de Unamuno en la que agradece el envío de un libro no muy relevante. Se detiene en señalar algunos aspectos de la obra y las numerosas erratas que ha encontrado.

–Don Miguel tenía que ser muy quisquilloso.

–Sí, incluso señala las páginas en las que ha encontrado las erratas. Ahora me han ofrecido una carta de Cernuda. Ya tengo una dedicada a Gil Albert en plena Guerra Civil.

–Queda claro que el Derecho y la Literatura son sus dos pasiones. El Derecho Penal, su especialidad, es quizás el más literario de todos.

–Con todos los derechos se puede hacer literatura, pero el Penal tiene diferentes atractivos que han llenado páginas y páginas de novelas. Hace poco, el premio Cervantes Sergio Ramírez nos comentó que el origen de su libro Castigo Divino son unos expedientes judiciales. El último libro de Delibes, El Hereje, tiene su origen en unas fotocopias de un proceso inquisitorial que le dio un gran penalista de la Universidad de Valladolid, don Ángel Torío López. Ese proceso, por cierto, se comenta en la Historia de los heterodoxos españoles de Menéndez Pelayo.

El mal es un tema clásico del Derecho y la literatura. Tiene una vis atractiva, genera fascinación

–Yo tuve un director que solía decir: “el tema siempre es el crimen”.

–José Antonio Gómez Marín tiene un libro editado por Renacimiento, La apuesta de Dios (La aporía del mal y el mito de Job), sobre la fenomenología del mal, un tema clásico del Derecho, pero también de la literatura. El mal tiene una vis atractiva, genera fascinación. En su ensayo El mal es Steiner dice : “Citar la frase el hombre es un lobo para el hombre es insultar a los lobos”.

–Uno de sus temas como jurista es el llamado Derecho Penal del enemigo. ¿En qué consiste?

–Es el plus de aseguramiento normativo necesario para neutralizar el plus de peligrosidad que demuestran determinados delincuentes (terroristas, criminalidad organizada, etcétera). Es un concepto acuñado en 1985 por mi maestro alemán, el profesor Jakobs, uno de los grandes.

–¿Un ejemplo?

–La orden de alejamiento para los casos de violencia de género. Se neutraliza el plus de peligrosidad de un sujeto recortando su derecho de movimiento. El fin es proteger el derecho de la víctima. Es una medida que ya estaba en el Derecho Romano, con figuras como el exilium (destierro) y la deportatio, con la modalidad de deportatio in insulam o ad insulam, que es el origen de Australia. Los presos peligrosos de Inglaterra fueron enviados allí para que sus contemporáneos ganasen en seguridad. Finalmente estaba la relegatio, más liviana que las anteriores.

–Tiene un libro titulado ‘Cervantes, Wilde, Azorín. Cinco estudios de Derecho penal y literatura’.

–Cervantes y Wilde estuvieron en la cárcel y esa experiencia se reflejó en sus obras. Cervantes no estudió Derecho, pero tiene una buena preceptiva jurídica y utiliza términos procesales y penales que son extraordinariamente precisos. En el capítulo del Quijote de los galeotes habla de muerte civil, de pena de galeras... Podemos decir que la gran obra de Cervantes es una pequeña historia del Derecho penal, entre otras muchas cosas.

–¿Y Azorín?

–Hizo estudios en Derecho en varias universidades.

El Quijote es una pequeña historia del Derecho Penal, entre otras muchas cosas

–Era un poco tarambana como estudiante.

–Sí, tardó mucho tiempo y no llegó a terminar por dos o tres asignaturas. Pero en 1898 escribió un libro titulado La sociología criminal, que aún firmó con su verdadero nombre, J. Martínez Ruiz. Ahora queremos reeditarlo en una colección sobre derecho y literatura en Renacimiento.

–Por sus estudios tiene una gran vinculación con Alemania, la meca del penalismo, donde usted ha residido mucho tiempo. Pero, ¿y México? Su idilio con este país es conocido. También su conocimiento del exilio español.

–México fue el país más generoso con España tras la Guerra Civil. Como me contó Elena Poniatowska, la gran acogida a los exiliados fue una decisión personal del general Lázaro Cárdenas. En México recaló una impresionante generación de juristas, poetas, filósofos... He conocido a algunos de ellos, como Ramón Xirau, que llegó muy joven, a los 12 años, con su padre Joaquín Xirau, catedrático de Filosofía que salió de España en la misma ambulancia que Antonio Machado y su madre. Siempre que yo iba a México, los Xirau me invitaban a comer y allí conocí a muchísima gente, como a Poniatowska, la hija de Diego Rivera y Lupe Marín, a los Díez Canedo –fundadores de la editorial Fondo de Cultura Económica– y, en general, a políticos, escritores, diplomáticos... Decía Carlos Fuentes que el mejor restaurante de México era la casa de los Xirau. Este mismo autor defendió siempre mucho el legado del exilio español. Decía que la cultura mexicana del siglo XX no hubiese sido igual sin los exiliados. Fuentes fue alumno de un profesor de Derecho Político de la Universidad de Sevilla, Manuel Martínez Pedroso. Lo cita con agradecimiento en su discurso del Premio Cervantes, en 1987.

–¿Cuántos viajes ha hecho a México?

–No menos de cincuenta. Desde el año 2000 a veces he ido cinco o seis veces al año. Siempre he sido acogido con mucha generosidad.

–¿Es cierto que usted se encarga de que las tumbas de Cernuda, Emilio Prados y Remedios Varo estén bien cuidadas?

–Desde la primera vez que fui tengo la costumbre de visitar el cementerio Panteón Jardín de la Ciudad de México, que está al sur, muy cerca de la Ciudad Universitaria, en un sitio que se llama Desierto de los Leones. Es inmenso, una ciudad a la que entras en coche. Hace muchos años descubrí la tumba de Cernuda. Me pareció una peregrinación obligada a este sevillano que salió de Sevilla muy joven y ya no volvió jamás. Cernuda vivió los últimos once años de su vida en México y finalmente su cuerpo se confundió con esa tierra. En México fue feliz, algo que no consiguió en Inglaterra o EEUU. He estado en la casa donde murió y actualmente sigue viviendo Paloma Altolaguirre, que fue quien lo descubrió muerto. Elena Poniatowska recuerda que lo veía “asoleándose” en el jardín. Como decía, Luis Cernuda fue inmensamente feliz en México, no como Emilio Prados, que sufrió mucho.

–¿Pero y las tumbas?

–Después descubrí la de Prados, que estaba muy abandonada, llena de maleza. Suelo llevarle flores a las tumbas y recitar algún poema. Le pago un dinerito al enterrador Facundo Cervantes Montes, que parece sacado de un cuento de Cortázar, para que mantenga los sepulcros.

El Código Penal de 1995 se ha reformado de manera excesiva. Se ha abusado de la técnica del parcheo permanente

–No se puede decir que el exilio se haya olvidado. Desde que llegó la democracia se han multiplicado los homenajes a sus miembros y se han publicado muchas de sus obras. ¿Queda algo por reconocer?

–También hubo voces críticas. Umbral dudaba mucho de la calidad literaria del exilio. Creía que esa experiencia no había aportado nada a los que la sufrieron, que Cernuda no había sido mejor escritor por haber sido un exiliado. Creo que esto es dudoso. Para mí, el mejor libro de Cernuda, que ahora vamos a reeditar en la Facultad de Derecho, es Desolación de la quimera, que no se entendería sin México y el exilio. Incluso hay un libro más mexicano... Variaciones sobre un tema mexicano.

–En la conversación ha salido varias veces el nombre de Elena Poniatowska. ¿Es amiga suya?

–Desde hace muchos años, antes de que ganara el Cervantes. Me interesaban sus novelas, sus vivencias mexicanas pero también su cosmopolitismo. La llamé por teléfono un día y me citó en su casa, que es muy bonita, muy cerca de donde murió Cernuda. Cuando llegué eran las once de la mañana y me invitó a tequila. Le hice una entrevista y tuve una conversación muy agradable. Es una persona enormemente inteligente, punzante, irónica; un personaje muy literario y profundamente humano. En su obra se percibe el México de la calle, aunque nació en París y pertenecía a una familia aristócratica. Su última novela es sobre su antepasado el príncipe Estanislao Poniatowski, que fue el último rey de Polonia en 1732. Además tiene libros de folclor mexicano. Le gusta observar a la gente más desfavorecida.

–¿‘Crimen y castigo’ o ‘El extranjero’?

–Crimen y castigo. Son dos obras sugerentes las dos, sin duda. Pero en la primera está el esbozo de todas las teorías penales. Es una obra de extraordinario interés para el jurista. Antes hablamos del Quijote. Añadiría también muchas obras de Shakespeare. En la misma línea he estudiado los aspectos penales de La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela, que es un libro muy sugerente desde los puntos de vista criminológico y judicial. Este trabajo saldrá junto a otros en un libro que se va a llamar Las normas y las letras. Cela tiene una frase que a mí me gusta mucho: “Pido a mis lectores perdón por disfrazar de crueldad la ternura”.

–¿Es eficaz nuestro Código Penal?

–El código penal español, que se aprobó en 1995, hace ahora 27 años, se ha reformado de manera excesiva. Se ha abusado de la técnica del parcheo permanente. Hay artículos que del 95 para acá se han reformado cinco veces. Ha habido unas 45 leyes de reforma. Solamente en los dos últimos años tenemos 12, las últimas las de la malversación y la sedición. Ortega y Gasset decía en los años treinta que el Estado se había convertido en una máquina que disparaba continuamente leyes. ¿Qué no diría Ortega ahora? Y esto pasa en una materia en la que debería primar la seguridad jurídica, porque están en juego los derechos fundamentales del ciudadano. Además, el Código Español es uno de los más duros de Europa, pese a que, probablemente, la criminalidad no se reduce aumentando las penas, sino racionalizándolas. Hay delitos que no requieren penas privativas de libertad. Por ejemplo, en los delitos patrimoniales y socioeconómicos a lo mejor son más efectivas las penas de multa. Probablemente, lo mejor de la ley del solo sí es sí , que se va a reformar ahora, es que reduce las penas.

–¿Qué le parece la polémica que se ha montado en torno a esta ley?

–Creo que, como diría Ramón Gómez de la Serna, el Código Penal y, en específico, la regulación de los delitos sexuales se ha convertido en una abigarrada multitud de preceptos. Existe una confusión de muchas figuras delictivas. En mi opinión urge una clarificación de las conductas, una simplificación de la regulación de los delitos. En todo caso, insisto, creo que la reducción de las penas era lo mejor de la ley, que es lo que ahora se va a modificar.

En la reforma de los delitos de malversación y sedición probablemente ha habido un uso interesado y abyecto

–¿Es buena la ley del ‘solo sí es sí’?

–A mí no me convence la unificación que hace de los delitos de agresión y abuso. Hay figuras que requieren ser delimitadas. Don Luis Jiménez de Asúa, el gran penalista que se exilió a Argentina y que había sido diputado socialista, decía que los códigos penales no deben ser libros de texto, sino un conjunto de reglas técnicas sencillas y claras. El Código Penal se ha convertido en lo contrario de eso. Primero porque cada legislador quiere dejar su sello y mete su propia concepción del Derecho penal, ideológica o no. Y segundo porque se ha abusado del punitivismo. Existe una inflación del Derecho penal, una hipertrofia de las conductas delictivas. Es un error pensar que con el Derecho Penal se pueden mejorar todos los males del mundo.

–No podemos acabar sin que dé su opinión de la reforma de los delitos de malversación y sedición.

–Ha sido una versión renovada de lo que el maestro Dorado Montero llamaba irónicamente “derecho protector de los criminales”. El Derecho penal es la rama del ordenamiento jurídico que confiere un mayor poder a quien la configura. Precisamente por eso se ha convertido en un arma, a veces para beneficiar a determinados sectores en lugar de para favorecer los derechos fundamentales de los ciudadanos. En este asunto por el que me pregunta, probablemente ha habido un uso interesado y abyecto. Espúreo en los fines. Esto también ha pasado en otros casos.

–¿Hacia dónde va el Derecho Penal?

–Creo que tanto en la actualidad como en el futuro tienen y tendrán una mayor relevancia los delitos patrimoniales y socioeconómicos. Desde el punto de vista teórico-práctico, la importancia que tenían los delitos de sangre ha sido sustituida por la de la delincuencia económica y empresarial, con ramificaciones como la criminalidad organizada. Ahí vamos a ver los principales cambios del Derecho penal futuro.

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