HASTA el viernes 25 de agosto, festividad de San José de Calasanz, se va a derramar mucha tinta y se oirán muchas voces criticando o alabando la ampliación de capital que pretende la actual gobernanza del Real Betis Balompié. La ampliación de capital, una de las herramientas creadas para salvar una sociedad mercantil, será analizada más o menos espuriamente mientras el día a día del club discurre por una charca de arenas movedizas.

Proliferarán las declaraciones y algunas serán tan poco elegantes como es presagiar que los que promueven esta medida lo hacen con la pretensión de hacerse con el club para luego venderlo. Hasta eso se dice en un alarde de osadía que deja en lugar desairado a todo el mundo, a los que lo profieren y a los destinatarios. A la misma vez surgen las voces de trincheras que mejor debieran estar calladas tras haber llevado al club a una suspensión de pagos que aún pasa factura.

Serán tres semanas de dimes y también de diretes en las que se echará de menos la voz que, discordante con la dichosa ampliación de capital, dé con otra solución para el drama económico que sufre el Real Betis Balompié. ¿Existe esa tecla para dar con otra medida? Que se sepa, o se lleva a cabo la ampliación o difícil será que el club siga viviendo en el status actual. Y es que en esta situación lo más probable es que se vuelva al sinvivir que es pelear por no bajar.

El estado de felicidad que significa cada encuentro del equipo con su gente, la fiesta que es cada partido en Heliópolis sería muy complicado de mantener. El fútbol, estamos hartos de decirlo, vive por encima de sus posibilidades porque los profesionales ganan cantidades indecentes. Y está eso o volver a las tristes andadas de equipo ascensor, algo que no creo que quiera el bético por mucho que escuche que van a quitarle su Betis. Así hasta el 25 de agosto, lo que te rondaré.