INCALCULABLE valor el de los tres puntos que el Betis atesoró en un partido plagado de circunstancias adversas. Tres puntos que sirven para acabar con esa malhadada racha de seis partidos sin ganar y también para desechar la idea de que estaba sumido en una crisis. Tres puntos que llenaron de gozo a la numerosa infantería verde, blanca y verde conseguidos ante un Granada que compareció en Heliópolis con el cuchillo en la boca.

En la situación que atraviesa el equipo granadino era previsible que saliese con todas las armas de que dispone y una fue cómo el aguerrido charrúa Bruno Méndez echaba del partido a Ayoze en una entrada en la que el castigo fue insuficiente. Interrupción tras interrupción, el partido se le atascaba al Betis y su dominio zonal y en los tiempos de posesión no tenían correspondencia. Y a partir del descanso, esas dichosas circunstancias pronto cobraron especial protagonismo.

Al poco se lesionaba Ruibal en un mal apoyo, Pellegrini apuesta por el canterano Busto y se queda con una sola ventana por donde introducir cambios. Pero ya en esta fase, el Betis volcaba el campo hacia el acertadísimo Batalla, las ocasiones se sucedían y Pellegrini se jugó la ventana con un solo cambio, entrando Fekir por Willian José. Se quedaba la retaguardia rival sin referencia y se encontraba con una pequeña sociedad grandiosa, la que formó Fekir con el impagable Isco.

Y por ahí más la colaboración especial de un brillante Luiz Henrique, el trabajo se le acumuló a la retaguardia rival. Y para que la épica fuese acompañada por la buena literatura tuvo que ser el genio malagueño el que lograse el gol del triunfo. Hubo un quite providencial del VAR al invalidar un gol de Arezo. Pero todo acabó como estaba mandado, con el triunfo de un Betis que anda a machetazos con uno de sus cursos más complicados y que a veces obtiene lo que merece.