espanyol | betis · El otro partido

Mucha ciencia y poca vida

  • El Betis cayó en Cornellà falto de recursos y de improvisación y sobrado de planes fundamentados en la estrategia, los datos y las estadísticas

El delantero del Betis Sanabria pelea por un balón aéreo con el espanyolista Javi Fuego.

El delantero del Betis Sanabria pelea por un balón aéreo con el espanyolista Javi Fuego. / Alejandro García / efe

Así como Roma no paga a los traidores, el fútbol no suele perdonar a los desalmados. A este Betis de escuadra y cartabón, de modelos numéricos y de datos de GPS, le falta vida y le sobra aritmética. Es probable que las pulsaciones registradas por Rubén Castro en los últimos meses recomendaran su descanso, es posible que los discursos y los padrinos de Petros sugirieran sus minutos sobre el césped, sí, todo medido y perfecto. Pero la señal enviada al equipo con la entrada del brasileño por el canario -centrocampista roedor por delantero goleador- era la de la complacencia, la de la medianía, la del encogimiento... La del acoquinamiento.

Estando como está el club verdiblanco inmerso en un serial de abogados y jueces, con un sinfín de capítulos e innumerables temporadas a la vista, no es de extrañar que todo a su alrededor, incluido el equipo, se haya transformado en una especie de burocracia repleta de aburridos tecnócratas, cabezas de huevo, a los que les ahoga la vida de tanto polvo y despacho donde habitan. En el campo apenas se grita, no hay quien improvise una finta. El equipo está inerte y respira asistido por una máquina que controla al detalle cómo y cuándo hacerlo. Manda el metrónomo del entrenador. El fútbol bético es un tecnolecto.

La ciencia ha acabado por deprimir al Betis, cuya situación accionarial obliga a los aficionados a comprender más de autos y sentencias que de regates y goles. No es de extrañar que el único tanto bético, de Rubén Castro, quién si no, llegara gracias al decreto de una pena máxima. Una jornada más, el lenguaje jurídico no faltó en la actualidad bética.

Al cielo de Barcelona, levemente lluvioso anoche, le salieron chichones de tantos patadones a los que asistieron los 22 futbolistas en Montjuic. Aire... Y aire... Y aire. Todo estaba planeado para encontrar la situación del balón que se ajustara como una pieza de puzle a la táctica prevista anteriormente por el entrenador. Los dos equipos salieron mordiendo a las defensas rivales y allí no había nadie que se saliera del guión preestablecido. La espontaneidad había quedado reducida a las decisiones arbitrales. Y así no había manera.

Con unos minutos de control en la primera mitad, el conjunto verdiblanco se rindió definitivamente al encefalograma plano tras la reanudación. El primer disparo a puerta en este tiempo fue obra de Sarabia en el minuto 65. Menos mal que el Espanyol, aseado en la medular, hacía pocos méritos para que su hinchada le rindiera una novena. Así las cosas, sin ideas en las culminaciones, con una especie de miedo atávico por pisar el área adversaria, el partido se había convertido en una llanura, en la más árida paramera que ha presenciado ser viviente. Más que futbolistas, los comparecientes parecían fondistas entrenando.

La diferencia entre el Betis y el Espanyol anoche estuvo marcada por los cambios. A Víctor Sánchez, que ha debido firmar un empate infinito con los cielos, el triunfo a domicilio le venía grande. Ése es el motivo por el que, con el 0-1 a favor, apostó por la contención. ¿Buscar un contragolpe? ¡Quia!

Joaquín entró por Durmisi, pero ni se enteró de lo que sucedía por el césped; Petros sustituyó a Rubén Castro para cometer la falta que precedió al primer tanto del Espanyol y Álex Martínez hizo lo propio con Brasanac para asistir como testigo de excepción al gol de Reyes con la diestra. El utrerano, fondón y todo, sí estaba vivo.

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