Betis-Granada

15-J, otro Betis debe ser posible (2-2)

  • Un Betis con el rumbo tan perdido como su consejo de administración suma un insuficiente punto en un caótico final de partido

  • Canales y Tello remontan el gol de Carlos Fernández y Soldado iguala en la prolongación

Tello celebra con Rubi y sus compañeros su gol.

Tello celebra con Rubi y sus compañeros su gol. / Antonio Pizarro

La derrota en el derbi hizo saltar por los aires el castillo de arena que había sostenido al Betis en el confinamiento; y en un día tan señalado para los béticos como el 15-J, una fecha simbólica para ese aficionado de a pie que pidió a gritos un Betis distinto, el equipo verdiblanco acabó tan desnortado como su consejo de adminitración. La igualada final en esos caóticos últimos minutos, tras lograr una remontada cuando nadie la esperaba, sólo fue una muesca más de este equipo tan inconsistente que encaja goles con una tremenda facilidad. Si los dirigentes le habían bajado el pulgar a Rubi varias veces este año, nadie ha querido cargar con una decisión de esa trascendencia mientras el equipo se ha ido alejando de su supuesto objetivo europeo, del que ahora se encuentra a la misma distancia que del descenso.

“OtroBetis es posible”, fue uno de los lemas que levantaron al beticismo hace justo once años. Y otro Betis debe ser posible más de una década después, tras acumular el peor decenio deportivo de la entidad en los tiempos contemporáneos. El Betis de Rubi fue un equipo con tan poco pulso como el club. Tras dilapidar casi 100 millones de euros el pasado verano, los heliopolitanos recibían al recién ascendido Granada, semifinalista copero e incluso asomado a la pelea por Europa, para intentar reconciliarse con los suyos tras el bochorno del último derbi. Sería la ausencia de público o la falta de orgullo de un equipo que parece haber dado por finiquitada la temporada, pero el Betis acumuló minutos y minutos de una posesión estéril hasta ese arrebato final en el que incluso pudo acumular otro triunfo agónico en la cuenta de Rubi, ese entrenador que tampoco ha sabido sobreponerse a la soledad que lo ha acompañado desde su llegada.

Ni la revolución en el once, con hasta siete caras nuevas, cambió la versión bética. Sí, el Betis dominó la pelota desde el arranque, pero el Granada se sintió como pez en el agua, a la espera de ese fallo que le facilitara seguir realizando su fútbol. El mismo llegaría del que casi nunca yerra, el capitán Joaquín. Un pase horizontal del portuense lo interceptó Azeez, al que Édgar, con una tarjeta amarilla injusta vista poco antes, no quiso derribar. El contragolpe guiado por el centrocampista fue perfecto, con apertura a la izquierda para Antonio Puertas y pase de éste al corazón del área, justo donde Carlos Fernández había tirado el desmarque ante la pasividad de Guardado y Feddal.

El 0-1 espoleó alBetis y, sobre todo, a su capitán. Dolido por el fallo en el origen, Joaquín tiró del carro bético en la recta final del primer tiempo. Esos mejores minutos béticos bien pudieron encontrar la igualada en dos acciones del portuense y, sobre todo, en un gran disparo de rosca de Fekir al que Rui Silva respondió a las mil maravillas. Si el meta portugués quiso lucirse ante uno de sus posibles compradores, esa acción le sirve de tarjeta de visita.

La tónica no cambió tras el descanso y ni los cambios introducidos por Rubi modificaron la escena. Únicamente el paso atrás dado por el Granada, que ya no salió de su campo, metió al Betis en el partido. Y también Soto Grado. Un forcejeo sobre Borja Iglesias, acosado por Domingos Duarte y Vallejo, acabó en un penalti transformado por Canales. Faltaban seis minutos y Rubi volvía a creer en un milagro. El mismo se consumó apenas cuatro minutos después, con un centro-chut de Tello que se acabó colando en la portería de Rui Silva. El Betis lo celebraba por todo lo alto, creyendo en esa vida extra de su entrenador. Pero esta vez tanta fragilidad le acabaría costando caro. Un saque de esquina botado por Víctor Díaz acabó en las botas de Soldado, quien, sin marca, enganchó una volea para establecer la igualada.

Si otras veces la moneda salió cara, esta vez la prolongación trajo la cruz. Quizá era lo que había merecido ese equipo sin alma durante más de 80 minutos. O el castigo para esa planificación fallida y en la que todos han querido escurrir el bulto mientras el equipo ha permanecido siempre muy lejos del lugar esperado. Pasa otro 15-J y el Betis sigue deambulando por ese laberinto del que sus dirigentes no encuentran la salida y en el que el inquilino del banquillo se convierte en una nueva víctima..

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