Análisis
Betis: Los deberes hasta enero
Análisis
Sevilla/El Betis cumplió en Boleslav su partido número 100 en competición europea y lo hizo firmando una actuación que reflejó lo que es hoy en día en Europa, absolutamente nada. Y seguirá siendo así mientras no cambie el principal problema que sigue existiendo en el club verdiblanco en la actualidad: la mentalidad.
Se puede analizar lo futbolístico, la labor de los dirigentes y el papel de los jugadores, pero en la cima de cualquier institución futbolística la mentalidad es el primer paso para cambiar cosas. Si no se vive y no se juega con grandeza, la historia nunca cambiará y eso puede aplicarlo la entidad de Heliópolis a Europa y a otros capítulos, como por ejemplo los derbis. Si no piensa en grande, si no erradicas el conformismo, vergüenzas y humillaciones europeas como las de este pasado jueves seguirán existiendo en una institución que en noviembre de 2024 sigue siendo el “Betis de toda la vida”. Cambiar para no cambiar nada. Todo es cíclico. Sin un cambio de mentalidad se le seguirá resistiendo el salto cualitativo que una entidad con tal masa social debería haber dado hace ya mucho tiempo, pues jamás en su historia ha manejado presupuestos como los de ahora, pero la historia sigue siendo la misma de siempre.
Una vez analizado la raíz principal del problema, la situación en estos momentos muestra síntomas de descomposición a nivel deportivo. En el momento que Pellegrini ha empezado a perder el rumbo, el desierto ha aparecido en el horizonte. El Betis actual es un equipo roto que ha perdido su idea de juego con futbolistas con la flecha hacia abajo (otros directamente sin nivel Betis) y con un carácter competitivo perdido, como se demostró en la segunda mitad en Mestalla y en Boleslav. Un calco. El chileno busca soluciones al preocupante bajón de juego y a la baja forma de algunos jugadores, unido a las bajas, e insiste en los mismos errores (decisiones en el once como insistir con Juanmi en la izquierda, sus últimas lecturas de partido, cambios…), aunque lo más preocupante fue que aceptara en verano la plantilla conformada, cuyas carencias eran y son más que evidentes y merecen también una profunda reflexión.
Vaya por delante que con el once que el Betis puso en liza ante los checos le debió dar para ganar, pero eso no oculta la realidad de una planificación con errores groseros en la que ha quedado más que claro que el aspecto económico ha primado al deportivo. No firmar a un recambio de Ayoze y de Guido Rodríguez, dos piezas fundamentales, no es de recibo. El puesto de lateral izquierdo no es que no se haya mejorado, sino que se ha empeorado (el partido de Ricardo Rodríguez y el rato de Perraud en Boleslav es el mejor ejemplo). De centrales anda en número corto el Betis, siempre en el alambre esperando que no haya problemas en forma de lesiones; el centro del campo no puede estar sostenido por un chaval (Altimira) que le pone muchas ganas pero que no tiene aún ni el poso ni la jerarquía de un Betis que de verdad quiere dar un salto de crecimiento, el recambio de Ayoze no puede ser Juanmi, en las bandas falta velocidad y desborde, en el centro creatividad (más allá de la lesión de un William Carvalho que otro verano más, al igual que a Fekir, se le buscaba una salida) y la cuestión de la delantera es digna de análisis también con un mercado invernal el curso pasado en el que se esfumaron sólo casi diez millones en el Chimy y Bakambu (rendimiento muy pobre) y todo ahora apostado a una joven promesa brasileña (Vitor Roque) aún por hacerse.
Después está lo que en fútbol se denomina fondo de armario y ahí se refleja aún más el bajón de nivel de plantilla (seguir hablando de plantillón a estas alturas de la película es absurdo) por los groseros fallos de una planificación de verano que requeriría en invierno de una profunda reestructuración del plantel muy profunda entre entradas y salidas.
Y ese capítulo del mercado de invierno da paso al siguiente apartado de un análisis del que no se salva nadie (ni entrenador, ni jugadores ni dirigentes) y que en cuanto a la planificación pone el foco en la comisión deportiva. Lanzar un mensaje de austeridad, cantera y poca predisposición a acudir a la próxima ventana de fichajes está quedando demostrado que ha sido un error mayúsculo. La obsesión por lo económico es patente y presupuestar llegar a semifinales de Conference es como hacer castillos en el aire en la cara de una afición que sigue sufriendo vergüenzas europeas. Y, además, son cada vez más los hinchas que ven cómo los dirigentes de su club los siguen exprimiendo a nivel económico, los hace sentir clientes más que socios de toda la vida después de una gestión financiera muy deficiente con despilfarros en futbolistas que no dan la talla en campo.
Y a la falta de aptitud de muchos jugadores se le une la falta de actitud. Las palabras de Adrián San Miguel a la finalización del partido en Boleslav fueron el reflejo del sentir del cualquier aficionado verdiblanco. Más que un profesional del fútbol habló un bético más, haciendo autocrítica y demostrando con sus palabras esa mentalidad adquirida en clubes como el Liverpool, como bien comentó el día de su presentación. El guardameta no relativizó nada porque no es momento de relativizar semejante ridículo. Expresó su sentir como bético y como futbolista, y reflejó liderazgo, algo que hace falta siempre en un vestuario. Orden, disciplina y unidad. Sin esas tres cosas, no hay éxito.
Así está el panorama del Betis tras la debacle europea. Equipo actualmente roto a nivel futbolístico a la espera de que reaccione en San Sebastián, Pellegrini buscando soluciones, plantilla de calidad justita que si encima no demuestra carácter competitivo más pone en evidencia a la planificación de la comisión deportiva y unos dirigentes que deben estar para buscar soluciones y demostrar valentía si llegado el caso entienden que la figura del entrenador está amortizada, pues se vive muy cómodo debajo del paraguas del Ingeniero (otra cuestión es pensar en las decisiones deportivas tomadas anteriores a la llegada del chileno…). El Betis de toda la vida, un laberinto cíclico. Hora de cambiar.
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