Nabil Fekir volvió a ofrecer en Valladolid un rendimiento con altibajos, sin que su calidad innata terminara de desequilibrar. Bartra remató en Pucela un año decepcionante, ubicar a Emerson en la izquierda no funcionó y el fútbol de Lainez sugiere una cesión.

Fekir

Un talento desaprovechado sobre el que montar un nuevo ataque. En su primera temporada de verdiblanco, Nabil Fekir tardó poco en demostrar sus maneras de crack. Tiene fútbol y talento para cimentar desde su figura el ataque de un equipo, pero Rubi no dio con la tecla para que el equipo aprovechara más lo que el campeón del mundo puede dar. A veces demasiado encajonado en la derecha, otras arrastrado por ese fútbol colectivo de toques horizontales y posesiones estériles, Fekir insinuó más de lo que dio. Manuel Pellegrini sabe que tiene un diamante.

Bartra

Ni era aquel central de época, ni es lo que hoy parece. La segunda temporada completa de Marc Bartra en el Betis ha sido peor que su primera. Y por supuesto, muy por debajo de aquella segunda vuelta que cuajó con Setién para ayudar, y mucho, a meter al Betis en competiciones europeas. Ha salido retratado en demasiados goles en contra por una falta de contundencia a la hora de echarse encima del rematador y obstaculizar su maniobra. La limpieza está muy bien para sacar la pelota, pero a veces deja de ser virtud en un defensa.

Emerson

Forzado en la izquierda, no es ni la sombra. Las bajas de Álex Moreno y Pedraza llevaron a Emerson a la banda contraria a la que le está sirviendo para abrirse paso en la Liga y en Brasil. Y para el joven, actuar por la siniestra en el Nuevo Zorrilla no le resultó cómodo, aunque no paró de intentarlo. En sus maniobras hacia su pierna buena, es decir, hacia zonas interiores, y apenas sumó arriba.

Lainez

Cambio de ritmo, regate... y la jugada se pierde. Salió el mexicano a buscar más profundidad por la banda derecha, tratando de asociarse con Joaquín y Barragán, y aunque volvió a mostrar su pique y su habilidad al encarar, sus acciones no fueron más allá, sobre todo, por la poca fuerza que imprimió en sus golpeos en busca de un rematador.