MONUMENTO al fútbol en el cierre dominical. Sin goles, pero de fútbol total y de competitividad honesta y abierta de par en par. Fútbol sin dobleces el que pusieron sobre la pradera heliopolitana Real Betis Balompié y Real Madrid para unas tablas que satisficieron más a Pellegrini que a Ancelotti, pero en las que la aparición del triunfo no hubiese sido injusta para ninguna de las partes. Y todo, sin necesidad alguna de goles.

Apoyado en el no hay mal que por bien no venga, elucubraba el otro día sobre las consecuencias que podría tener la lesión de Fekir. La posibilidad de que el recambio resultara positivo revoloteaba sobre el escrito y aunque el rol del francés en el engranaje verde, blanco y verde es fundamental, la actuación de Rodri da mucho pie a la posibilidad de que se dé con un futbolista fundamental. Su partido ante el Realísimo bien podría ser el nacimiento de un gran futbolista.

Libre de ataduras y moviéndose con absoluta libertad por todo el campo y a su antojo, el bético bien pudo ver a un futbolista muchísimo mejor de lo que había visto. Una dimensión muy distinta a la del futbolista vistosillo que conduce bien aun con limitaciones. Internacional en todas las categorías inferiores y bastante estimado por Luis de la Fuente, la impresión era que su techo ya lo había alcanzado y que no pasaba de ser un jugadorcito más de los muchos que no cruzan el río.

Y la actuación de Rodri se vio acompañada por el recital de desbordes y carreras que dio Aitor Ruibal, un futbolista para todo que también ayudó a que esas dos grandes ausencias que son Fekir y Canales se notasen lo menos posible. Y como guinda del pastel que el Betis sirvió a los béticos, el papel del autor de esa exquisitez. Está claro que pase lo que pase, surjan los inconvenientes que surjan, que sea Pellegrini el encargado de arreglar una avería invita a dormir en paz.