Expertas en farmacia advierten del peligro de mezclar alcohol con tratamiento médico: "El consumo de alcohol puede aumentar la carga sobre el hígado, que también metaboliza los antibióticos"
Investigación y Tecnología
El cuerpo necesita estar en óptimas condiciones para enfrentar y vencer una infección bacteriana
Desvelan tres antibióticos que, aseguran, son resistentes a las superbacterias
¿Puedo tomar alcohol si estoy tomando medicamentos? ¿Y si solo es una cerveza o una copa de vino? ¿Y si me he tomado un analgésico de venta libre? Muchas veces escuchamos que una copa de vino o una cerveza no afecta el curso de una enfermedad, si se estamos tomando un tratamiento con antibióticos. Sin embargo debemos primar nuestra salud por encima de todo para poder seguir disfrutando durante más tiempo de nuestra esencia y hacer caso omiso a afirmaciones como estas ya que no solo son engañosas, sino peligrosas para nosotros.
Hay estudios y profesionales de la salud que ya han alertado sobre los riesgos de combinar antibióticos y bebidas alcohólicas, subrayando que no se trata de un simple y antiguo consejo, sino que es una recomendación médica que cuenta fundamentos sólidos.
Aunque la interacción entre alcohol y antibióticos no siempre produce efectos graves, sí puede interferir en la recuperación, alterar la eficacia del tratamiento e incluso desencadenar reacciones adversas de consideración.
Según la Biblioteca Nacional de Medicina de EE.UU. (MedlinePlus), algunos medicamentos pueden interactuar con el alcohol provocando efectos secundarios que afectan al sistema nervioso central, al sistema gastrointestinal y al hígado. De todas formas, la interacción entre ambos depende de varios factores, como el tipo de antibiótico, la cantidad de alcohol ingerido y la condición de salud general del paciente.
Antibióticos y alcohol: una combinación con consecuencias fisiológicas
Al hablar de antibióticos, es importante tener presente que se trata de fármacos destinados a combatir infecciones bacterianas, y que su eficacia depende, entre otras cosas, de cómo son absorbidos y metabolizados en el organismo. El hígado juega un papel esencial en este proceso, ya que es el órgano encargado de descomponer tanto el medicamento como el alcohol. Cuando ambos se consumen simultáneamente, el esfuerzo metabólico del hígado se multiplica, lo que puede tener consecuencias indeseadas.
"El consumo de alcohol puede aumentar la carga sobre el hígado, que también metaboliza los antibióticos", señala Ana Dora Bonillo, vocal del Colegio de Farmacéuticos de Almería, en una entrevista al portal de salud Europa Press Infosalus. Esta sobrecarga puede generar daño hepático en personas predispuestas o que ya cuentan con enfermedades previas. Además, el alcohol puede potenciar algunos efectos secundarios comunes de los antibióticos, como náuseas, vómitos, mareos o cefaleas.
Sandra Pérez, secretaria del Colegio de Farmacéuticos de Cádiz, apoya a su compañera de profesión y manifiesta que "el consumo de alcohol puede interferir en la absorción y en el metabolismo de los antibióticos, lo que puede reducir su concentración en sangre y, por tanto, disminuir su eficacia para combatir la infección". Esta disminución de la concentración plasmática del fármaco puede ser crítica, ya que una exposición insuficiente del cuerpo al antibiótico puede no solo retrasar la recuperación, sino también favorecer el desarrollo de bacterias resistentes.
"Se aconseja esperar al menos 24 a 48 horas después de la última dosis antes de consumir alcohol"
Asimismo, algunas combinaciones específicas pueden provocar reacciones mucho más graves. El metronidazol, ciertas cefalosporinas y el cloranfenicol son antibióticos que, en presencia de alcohol, pueden desencadenar lo que se conoce como "efecto tipo disulfiram", caracterizado por síntomas como rubor facial, taquicardia, hipotensión, náuseas intensas, sudoración, visión borrosa e incluso desmayos. Esta reacción es comparable a la inducida por fármacos diseñados para tratar el alcoholismo, como el disulfiram, y puede representar un riesgo real para la salud si no se toma en serio la advertencia de no consumir alcohol durante el tratamiento.
Efectos a largo plazo y la importancia de la recuperación completa
Uno de los aspectos más relevantes a la hora de considerar la abstinencia de alcohol mientras se toman antibióticos es el estado general del sistema inmunológico. "La toma de alcohol en esta situación no es conveniente pues éste (independientemente del fármaco) va a actuar negativamente sobre el sistema inmune debilitándolo aún más", advierte Bonillo. Esta afirmación cobra aún más sentido si se entiende que el cuerpo necesita estar en óptimas condiciones para enfrentar y vencer una infección bacteriana.
En casos de consumo habitual de alcohol, el problema puede volverse más complejo. Un consumo crónico puede actuar como inductor enzimático, acelerando la eliminación del antibiótico y reduciendo su efecto, mientras que una ingesta aguda puede provocar el efecto opuesto, inhibiendo su eliminación y provocando acumulación en sangre, lo cual aumenta el riesgo de toxicidad. Respecto a cuándo retomar el consumo de alcohol, las recomendaciones varían en función del tipo de antibiótico. Según Sandra Pérez, "para la mayor parte de los antibióticos comunes, se aconseja esperar al menos 24 a 48 horas después de la última dosis antes de consumir alcohol". Para aquellos con interacciones graves, como los mencionados anteriormente, el intervalo recomendado puede llegar hasta las 72 horas. Esta ventana de tiempo permite una eliminación completa del fármaco y reduce significativamente el riesgo de efectos secundarios.
Bonillo también recomienda tener en cuenta el tipo de infección tratada y el estado general de salud. En tratamientos más prolongados o con infecciones severas, sugiere incluso incorporar suplementos nutricionales para fortalecer el sistema inmune antes de retomar los hábitos normales: "Ahí es cuando se puede volver a consumir alcohol con la anterior y propia rutina de cada uno". Aunque no todos los antibióticos interactúan con el alcohol de forma peligrosa, los riesgos potenciales y la posibilidad de una recuperación comprometida justifican plenamente la recomendación de evitar su consumo durante el tratamiento. Optar por la prudencia es, en este caso, una forma de autocuidado inteligente. Como señalan las autoridades sanitarias, entre ellas los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), el uso adecuado de antibióticos es esencial no solo para tratar la infección actual, sino también para prevenir complicaciones futuras y evitar la propagación de resistencias bacterianas.
La relación entre antibióticos y alcohol no debe tomarse a la ligera. La mejor decisión durante un tratamiento es priorizar la salud y dar al cuerpo todas las herramientas necesarias para una recuperación completa y sin interferencias.
Referencias bibliográficas.
Europa Press Infosalus (2025, 24 de mayo). Por qué huir del alcohol si estamos con antibiótico: estos son sus riesgos.
Biblioteca Nacional de Medicina de EE.UU. (MedlinePlus) (2024, 8 de enero). Alcohol.
Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). Prescripción y uso de antibióticos.
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