La cuenta matemática que explica el motivo por el que engordamos, o adelgazamos, es simple: el resultado entre las calorías que consumimos y las que gastamos. De los alimentos provienen las que entran en nuestro organismo, del trabajo del mismo en forma de actividad física y del propio metabolismo, las que gastamos en forma de calor disipado. Pero muchas veces, aunque este mecanismo parezca sencillo, llevar un estilo de vida saludable y equilibrado parece no ser suficiente. Esto nos genera frustración, más aún si tenemos a nuestro alrededor a alguien que consigue mantenerse en su peso ideal siguiendo las mismas pautas de alimentación. Incluso, consiguen mantenerse inmutables sobre la báscula permitiéndose atajos y caprichos azucarados o calóricos. Comer y no engordar, el sueño de cualquiera y al alcance de solo algunos afortunados. Y sí, por suerte o desgracia, lo son, y así lo ha corroborado la ciencia, aportando ahora nuevos datos que van más allá de los genes.
En esta línea se ha planteado la hipótesis de que la microbiota intestinal influye en la obesidad por su capacidad de extraer energía de la dieta. Así lo explica la investigación llevada a cabo un grupo de científicos de la Universidad de Copenhague, cuyas conclusiones han publicado en Microbiome. Estos datos añaden factores a los planteados por otros estudios, como el realizado por científicos de la Universidad de Cambridge, que mencionaron ciertos 'genes afortunados' en las personas delgadas. Ahora, esta nueva investigación ha corroborado el rol de microbiota en este proceso, un hecho que ya habían adelantado otros estudios como el llevado a cabo por científicos del Hospital del Mar de Barcelona junto con la Universidad Autónoma.
RESULTADOS CLAVE
El primer resultado clave que halló este estudio es que la población de bacterias intestinales es más eficaz a la hora de extraer energía de los alimentos que se encuentran en personas que de promedio pesan un 10% más (unos 9 kilogramos) que aquellos cuya microbiota no era tan eficaz. Por otro lado, la hipótesis de la que partían es que con un viaje digestivo de mayor duración se encontraría en personas que extraen más cantidad de nutrientes de los alimentos, pero el estudio mostró exactamente lo contrario.
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