"Es posible que hayamos encontrado una clave para comprender por qué algunas personas aumentan más de peso que otras, incluso cuando no comen más o de manera diferente.', afirma al respecto el profesor Henrik Roager, del Departamento de Nutrición, Ejercicio y Deporte de la Universidad de Copenhague.

En este punto cabe recordar que, además de los propios factores genéticos, diversos factores como la dieta, las enfermedades infecciosas, el alcoholismo, el tabaco, la exposición a sustancias tóxicas y el uso de antibióticos entre otros, establecen variaciones intraindividuales en la composición de la microbiota intestinal y, por tanto, en las funciones que nos ofrecen a lo largo de la vida.

Para comprobar el estado de las mismas y llegar a esa conclusión, los investigadores analizaron la energía residual en las heces de 85 personas, en las que también determinaron su composición microbiana.  Un 40% de esos individuos se clasificaban en un grupo que extraía más energía de los alimentos consumidos que el 60% restante. La clave está en los enterotipos.

Las investigaciones más importantes a este respecto muestran que el 80-90% de los filotipos de bacterias del intestino humano son miembros de dos filos, Bacteroidetes (gramnegativos, e.g. Bacteroides y Prevotella) y Firmicutes (grampositivos, e.g. Clostridium, Enterococcus, Lactobacillus, Ruminococcus).

Partiendo de esta base, los participantes se dividieron en tres grupos, según la composición de sus microbios intestinales. Según detallan en el estudio, la llamada composición tipo B (dominada por bacterias Bacteroides) se mostró más eficiente a la hora de extraer nutrientes de los alimentos, ya que las personas con este patrón intestinal tenían una densidad de energía mucho más baja en sus heces en comparación con otros tipos de composición.

En concreto, la comparación se hizo clara en aquellas personas donde predominaba la familia Ruminococcaceae (tipo R). Un tercer grupo, el de los individuos con Prevotella (tipo P) se situaron en un punto intermedio entre el tipo B y el tipo R. ''Cabe destacar que el peso corporal de los individuos de tipo R era significativamente inferior al de los de tipo B'', escribe estos científicos.

FUNCIONES DE LA MICROBIOTA

  •  Papel protector y estructural en el intestino: protector, porque previene la colonización por microorganismos patógenos (mediante producción de bacteriocinas, mediante la inducción de imunoglobulina A o por competencia por el nicho ecológico); y estructural, porque favorece la integridad de la barrera intestinal, lo que refuerza las uniones intercelulares de la pared intestinal.
  •  Metabólica, equivalente al hígado. Participa en el metabolismo de carbohidratos no digeribles. El intestino no podría digerir ciertos nutrientes de los alimentos sin la ayuda de las bacterias beneficiosas. Asimismo, ayudan a procesar proteínas, descomponen lípidos y fermentan los polisacáridos convirtiéndolos en monosacáridos y ácidos grasos. Además, producen vitamina K, B6 y B12, otras bacterias beneficiosas producen ácido fólico, vitamina B1, vitamina B2 y favorece la absorción de calcio y hierro en el colon. 
  •  Desarrollo del sistema inmune:  Los microorganismos intestinales desempeñan un papel esencial en el desarrollo y mantenimiento de un sistema inmunitario eficaz y saludable, ya que al menos el 80% de la producción de anticuerpos en el cuerpo humano adulto se realiza localmente en la mucosa intestinal.