El Palquillo

Cierra el bar Lairén: punto de encuentro de cofrades y vecinos de la Magdalena

  • El jueves se echó para siempre la persiana de esta emblemática bodega fundada en 1985

Rótulo y persiana del bar Lairén tras su cierre el pasado jueves

Rótulo y persiana del bar Lairén tras su cierre el pasado jueves / M. G.

El número 5 de la calle Canalejas busca nuevo inquilino. La decisión de cerrar es irreversible. En unos días, Manuel Pinto, gerente del negocio, entregará las llaves a la propietaria del local, descartándose la posibilidad el traspaso. Desde el pasado jueves la, desde ahora, añorada bodega Lairén pasó a formar parte de la historia sentimental de la feligresía de la Magdalena. El último día de junio se echó la persiana después de treinta y siete años de unión con el barrio.

Hacía pocos meses que la antigua bodega había extendido sus dominios, aprovechando el cierre de un negocio de lámparas que hacía esquina con la calle Rafael González Abreu. Esta ampliación se traducía a más dedicación para el responsable del negocio. Finalmente, y tras casi cuatro décadas de constante entrega, Manolo ha sentido la imperiosa necesidad de descansar y poner fin a esta bonita historia. "Acabo de entregar las máquinas de café y mañana viene la Cruzcampo". Ahora, el futuro para este emblemático rincón es incierto.

Fue el 15 de agosto de 1985 cuando Manolo y su hermano abrieron las puertas de esta pequeña bodeguita, donde se despachaba vino al granel. El nombre del establecimiento fue sacado precisamente de una variedad de uva blanca llamada de la airén, usada normalmente para la vinificación. Con el paso de los años se cambiaron los barriles por las máquinas de café y el negocio se fue amoldando, de forma natural, a las necesidades de sus parroquianos, sirviendo también desayunos y ofreciendo una carta de tapas muy variada.

Estas cuatro paredes se convirtieron en una prolongación de las casas de hermandad de las cofradías del barrio: Montserrat, la Quinta Angustia, el Calvario, el Amparo o la Sacramental de la Magdalena, entre otras. Allí acababan los cabildos, las igualás, los ensayos, las mudás, las procesiones del Corpus y, cómo no, las tertulias del programa Cruz de Guía, de Radio Sevilla. "¡Otra rondita y échame unos cacahuetes, haz el favor!".

Montaditos en pan de bollo, carne con tomate, albóndigas, ensaladilla, huevos rellenos, carrillada, rollitos de pollo o espinacas con garbanzos, entre otras degustaciones. Cualquier cofrade que se precie ha probado alguna de estas tapas al menos una vez en su vida. En la barra o en las solicitadas mesas de su velador, esas que en ocasiones parecían palcos de la Plaza de San Francisco o cabildos de oficiales.

"Esto era como el club social del barrio y los vecinos se han quedado huérfanos", comenta Manolo. El Lairén se había convertido en "un rincón cofrade, sin pretensión de serlo", quizá por "la calidez" del sitio, por "el ambiente familiar" o por el carácter que la propia clientela le fue imprimiendo con el paso de los lustros. Era como estar en casa. Los clientes se conocían entre sí, se invitaban mutuamente y compartían sus penas y alegrías entre carteles cofrades, un azulejo de la Virgen del Rocío y una pizarra que anunciaba los "días que faltan". Más que un bar o una bodega, ha echado el cierre una parroquia. ¡Mariano, cuida del rebaño de la calle Canalejas! 

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